Tras casi un día y medio de viaje desde Santiago, finalmente llegué a Praga. En el camino quedó mi mochila, las preocupaciones y los placeres de la vida cotidiana en Valparaíso. Se fue abriendo el universo del viaje con todo ese tiempo distinto, cargado de presente y experiencias nuevas.
Un vistazo a la Ciudad Vieja y a dormir
Con más de 36 horas de viaje en el cuerpo y sin equipaje llegué a Praga. Luego de descansar un poco en la habitación del hotel tomé un tranvía hasta Václavské Námestí. Partí caminando hacia la Plaza Vieja, pero al par de cuadras presentí que no iba bien. Volví al punto de partida y busqué una calle que tuviera mayor presencia de gente circulando. Llegué a la altura de la Plaza Wenceslao, y continué por ahí.
El puente de las 30 estatuas
Le pregunté a la recepcionista del hotel cómo llegar al Puente Carlos. “Tomas el tranvía 9 y te bajas en ocho paraderos más”. Le compré dos pases de 30 minutos para el tranvía (24 coronas checas) y cambié 50 euros (Por 1.200 coronas checas).
Del Puente Carlos a la Iglesia San Nicolás
Tomé el tranvía hasta un par de cuadras antes del puente Carlos. La mañana estaba nublada y corría un viento helado por la rivera del Moldava. A pesar del frío, caminé a paso lento disfrutando de la vista al río y el omnipresente castillo de Praga.
Una vuelta por el Castillo de Praga
Salí del bar en Malá Strana y me encaminé a la calle Neruda, en honor de un poeta checo que si no me equivoco fue el que tomó como referencia Neftalí Reyes al momento de crear su seudónimo: Pablo Neruda. La calle era bella y con muchas tiendas de joyas, juguetes tradicionales y recuerdos. Me encantaron unos bellos pozavasos de Alfons Mucha y una reproducción en metal del tranvía de Praga. Evité la tentación de comprar algo y seguí subiendo hasta que llegué a una curva que llevaba al Castillo.
Divagaciones vitales por las calles de Praga
Aquella mañana regresé al Puente Carlos más temprano que el día anterior esperando encontrar menos turistas y lo logré. El puente estaba con poca gente. Volví a atravesarlo deteniéndome en sus figuras sufridas y enormes. Arriba mío volaban algunas gaviotas. El viento helado me golpeaba el rostro y el sol se asomaba a ratos.
Entre las ciudades Nueva y Vieja: Praga bajo el sol
Aquella mañana decidí despertar más tarde. Salí del hotel a eso de las 10 de la mañana y me dirigí a la plaza Wenseslao.
Luego de tres días de recorrer Praga a plena luz, llegó el momento de salir de noche. La República Checa es conocida por su afición a la cerveza, así que dormí una siesta y salí a comprobarlo por mí mismo.
Remedos de otros tiempos: Biblioteca barroca y torre astronómica
Mi último día en Praga desperté tarde y con resaca. Me levanté para desayunar y me volví a acostar. Descansé hasta pasado el medio día, me levanté y tomé nuevamente el tranvía hasta la altura del Puente Carlos. Esta vez mi objetivo era visitar el Klementinum y su Biblioteca Barroca. Luego de dar un par de vueltas de más fui a dar con la que fuera una universidad jesuita hace años atrás y donde actualmente se ubica una gran biblioteca.
Adiós Praga
Mis seis días en Praga pasaron muy rápido y fueron reconfortantes. Descubrí una ciudad hermosa, llena de recovecos mágicos: castillos, torres, puentes con figuras misteriosas, alquimistas, biblioteca barroca y torre astronómica.
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