Tras un largo viaje desde Praga con escala en París, finalmente llegué a Estambul. Siguiendo al pie de la letra las instrucciones de Carolina Apara, apenas me bajé del avión (En el aeropuerto Atartuk Havalimani) compré mi Kullanimlik Pass y me fui en metro hasta la parada de tranvía. Tomé la línea en dirección al centro de la ciudad y me bajé en Sultanahmet. Me puse a revisar el mapa del paradero, giré la vista y me encontré con la hermosa figura de la Mezquita Azul. ¡Estaba en Estambul! ¡Era como un sueño!
Para ubicar la dirección exacta del hotel le pregunté a un guardia del tranvía. No alcancé a caminar unos cuantos pasos cuando comenzaron a cantar desde las mezquitas en tono de oración. Grabé una historia con mi celular y continué caminado por unas calles estrechas y oscuras. Un grupo de gatos salió a recibirme. Cada una cuadra preguntaba por la dirección del hotel y no llegaba.
Luego de dar unas cuantas vueltas y seguir preguntando con mi inglés básico, finalmente llegué al hotel, que en verdad parecía más un hostal. En fin, lo importante es que existía.
Dejé las cosas en la habitación. Abrí la puerta del closet y se cayó. Luego intenté cerrar los cajones de la cómoda y se volvían abrir porque el mueble estaba desnivelado. Velador no había, tenía una sola almohada y cuando ocupé el baño el agua comenzó a salir por un costado del WC. Jajajajaj. La pieza del hotel era un pequeño desastre, pero la cama estaba bien, había calefacción y funcionaba la ducha. Así que salvo pedir una almohada, no reclamé por nada más. (Serenety Hotel Istambul. Una habitación, 5 noches y desayuno incluido por $57.997).
Regrese a la callé y fui a comer algo a un restaurante del barrio. Inauguré mi estadía con un Dana Kebab, una pampita y un vaso de cerveza. Luego de casi doce horas de viaje ya estaba en mi destino. Ahora solo me quedaba relajarme y descansar.
Hernán Castro Dávila
Estambul, Turquia
3 de febrero del 2018
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