Nos juntamos con Carolina a las 10:30 frente a la Basílica de Santa Sofia. Hicimos una pequeña fila, compre mi Museum Pass (Válido para 5 días por 125 TL) e ingresamos. Desde fuera Santa Sofía llama la atención por sus proporciones, pero no alcanza a transmitir la perfección arquitectónica que tiene por dentro.
Atravesamos una puerta enorme y nos encontramos con otra entrada más. Sobre esta última había un mosaico con la figura de Cristo en Majestad. Una vez dentro, las dimensiones del templo, la forma de sus cúpulas y la luz entrando por las ventanas me impresionaron. Sobre los enormes pilares colgaban escudos verdes con letras doradas que indicaban los nombres de Alá y los profetas.
En el centro de la parte superior predominaba la figura de la Virgen María con Jesús en brazos. La mezcla de figuras católica con caligrafía musulmana llama la atención. Esto sucede porque que este lugar hoy es un museo y ya no se utiliza como mezquita, a pesar de que en él quedaron elementos propios de una mezquita como la caligrafía sobre los profetas, el mihrab, la tribuna imperial y la araña de cristal que cuelga desde la cúpula.
La historia de este espacio data del siglo IV cuando Constantino, emperador de Roma convertido al cristianismo, decide construir una basílica en este lugar. Tras un incendio, Teodosio II vuelve a construir una iglesia en el 415, la que posteriormente es destruida en una revuelta contra Justiniano. Este último sería quien mandaría construir el templo tal como lo conocemos al día de hoy, casi.
La inauguración fue un 26 de diciembre del 537. Sin embargo la cúpula se cayó tras el terremoto del 558 por lo que hubo que volver a reconstruirla. Tras la toma de Constantinopla en 1453, el sultán Mehmet II ordena transformar la basílica en mezquita. Manda instalar los elementos propios del islam y cubrir con yeso las figuras católicas.
Finalmente en 1935, bajo el gobierno de Atarturk y en pleno proceso de occidentalización de Turquía, el templo pasa a convertirse en el museo que es hoy en día. Y donde conviven en paz las iconografías católicas y musulmanas. Las que todavía se encuentran en proceso de restauración.
Subimos por un estrecho corredor de piedras hasta el segundo piso, desde ahí el templo se ve simplemente espectacular. Carolina me indicó que me asomara a a la ventana. Desde ahí se podía ver la Mezquita Azul.
A medida que avanzábamos encontramos varios mosaicos adheridos a las paredes con figuras de Cristo y María.
Al salir del templo nos despidió un bello mosaico llamado Los Donantes, donde aparece la virgen, protectora de Constantinopla, acompañada de Constantino y Justiniano. El primero porta una maqueta de la ciudad, el segundo, un reproducción de la basílica.
Regresamos a la plaza entre Santa Sofía y la Mezquita Azul, ahí nos esperaba una amiga chilena de Carolina, quien se sumaría a nuestro recorrido.
Hernán Castro Dávila
Estambul, Turquia
4 de febrero del 2018
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