El miércoles desperté a las cinco de la mañana en Valparaíso. El día anterior dejé a Maga en casa de mis vecinos. Terminé de ordenar la mochila, revisé que todo estuviera apagado y partí. A las seis y media estaba tomando la primera micro del día. Dentro me encontré con la señora Luisa. (Sigue leyendo aquí)
Llegada a La Paz
Salí del aeropuerto con la mochila a mi espalda, pregunté por un minibús y me dirigí hasta donde me indicaron. Me imaginé una micro, pero me encontré una van llena de trabajadores. Le pregunté al chofer si pasaba por San Francisco, me dijo que sí, tomó mi mochila y la lanzó al techo, donde una estructura de madera debía asegurar que no se cayera. Me subí y partimos. (Sigue leyendo aquí)
Caminando de las Brujas a San Francisco
El dato del hostal de la Abuela Emilia me lo dio Karina en mi viaje a Valdivia. Comparé las referencias de Booking con las de Lonely Planet, atravesé la plaza San Francisco y subí por calle Sargánaga hasta la calle Linares. (Sigue leyendo aquí)
Recorrido de Murillo al Estudiante
La Paz es una de esas ciudades que infunde respeto. En la descripción de Lonely Planet la palabra peligro se se repite varias veces. Al ajetreo propio de las grandes urbes se suma la desigualdad social y el fenómeno de la delincuencia que tan bien conocemos en América del Sur. Esto no quiere decir que no se pueda recorrer la ciudad, pero sí que hay que tener ciertos resguardos especiales, sobre todo si vas con cara despistada y una cámara fotográfica encima. (Sigue leyendo aquí)
Me agrada conectarme con la ciudad, caminar por las calles, observar a la gente y hacer fotografías. También disfruto de las pausas respectivas junto a un café o una cerveza, donde aprovecho de tomar notas para el blog. Pero tras un par de día de introspección, ya necesitaba conversar con alguien más que el hombre de la recepción del hostal. (Sigue leyendo aquí)
Volar sobre La Paz
La resaca a tres mil metros de altura es algo detestable. Para evitarla bebí un vaso de agua antes de dormir. Aquel día lo comencé con la boca reseca y un suave dolor de cabeza. La situación era controlable. Bajé cinco minutos antes de que cerraran el desayuno y me aperé de una taza con té de coca, un pan (¡Qué pan más delicioso! Era como el pan batido porteño, pero más crujiente por fuera y suave por dentro), jamón, queso, yogurt, cereales y café. (Sigue leyendo aquí)
Tiahuanaco: Fragmentos de una historia personal
Año 2002. Viña del Mar. Un profesor universitario de apellido Castro dicta la clase de Antropología Estructural en la carrera de Historia en la Universidad de Valparaíso. La bibliografía de su ramo incluía a un francés sesentero con el que me quedaría pegado por años: Claude Lévi-Strauss. Fue gracias a él que aprendí que existía una cultura anterior a los incas (aunque no ligadas linealmente) que había creado un complejo sistema religioso y económico que se expandió por buena parte de los Andes, la costa y parte de la selva: La cultura Tiahuanaco. (Sigue leyendo aquí)
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