viernes, 19 de diciembre de 2014

Día de descanso en Siem Reap

Siem Reap
Siem Reap
Al día siguiente de recorrer los templos de Angkor nos despertamos más tarde. El calor, la caminata de la jornada anterior y el tiempo acumulado de viaje nos tenía con gran modorra.

The Red Piano
The Red Piano
A eso de las diez de la mañana partimos a desayunar a un local llamado El Piano Rojo. Bajo un ventilador escribí algunas líneas de este diario y luego partimos a caminar sin rumbo fijo.
Mercado en Siem Reap
Mercado en Siem Reap
Así llegamos hasta el Mercado de Siem Reap y nos perdimos entre pasillos de artesanía, puestos de frutas y verduras, pescados, carne de vacuno, patos y pollos; además de peluquerías y tiendas de ropa. La atmósfera calurosa era una mezcla de olores cortados por las aspas de los ventiladores colgando del techo. No habían refrigeradores ni mostradores para la carne.
Río Siem Reap
Río Siem Reap
Templo budista en Siem Reap
Templo budista en Siem Reap
Siem Reap
La hora de la siesta en Siem Reap
Luego arrendamos unas bicicletas, recorrimos parte de la ciudad, nos detuvimos en un templo budista y bordeamos el río Siem Reap. El calor iba en aumento. Almorzamos y nos fuimos a dormir una siesta. En el trayecto nos encontramos con gran cantidad de camboyanos durmiendo: apoyados contra una pared, en el asiento de un auto o en una hamaca colgando dentro de un tuk tuk. El calor aletargaba el ritmo de la ciudad y a nosotros también.

Un café en Siem RiepMacarena siguió durmiendo y yo bajé al restaurante del hotel, me instalé en una gran silla de madera, saque mi cuaderno y me puse a escribir mientras bebía un capuchino. Desde el techo llegaba una suave brisa impulsada por un ventilador. Me sentí como si llevara años viajando, tomando fotografías y escribiendo. Afuera pasaban los tuk tuks. Dentro, las personas bebían cervezas y conversaban en distintos idiomas. Todo a un ritmo lento. Terminé mi café, pedí una cerveza y continué escribiendo.

Mucho más tarde bajó Macarena desde la habitación, hermosa. Conversamos un rato sobre el gusto de viajar, pagamos la cuenta y nos fuimos nuevamente a pasear.
Siem Reap
Dr. Fish Massage
Entre Pub Street y el Mercado Nocturno nos encontramos con Dr. Fish, un famoso local que ofrecía masajes de pies hechos por peces. La operación consistía en lo siguiente: Te sacas los zapatos, te sientas en un banco acolchado e introduces tus pies en una gran pecera. De inmediato vez como decenas de peces rodean tus pies comienzan a mordisquearte, generando unas cosquillas insoportables que te harán sacar los pies del agua y reírte en forma exagerada. Entonces debes respirar profundo e irte acostumbrando a esos pequeños peces que se dedican a comer tus células muertas. Así se hizo de noche.
Temple Club, Siem Reap
Temple Club, Siem Reap
A las siete de la tarde seguimos otro dato de Lonely Planet y partimos al restaurante El Templo. Nos ubicamos en el segundo piso, pedimos algo de cenar y nos dispusimos a ver el espectáculo de danza camboyana más económico de la ciudad. El show estuvo muy bueno. La música, tocada en vivo con instrumentos tradicionales, tenía un ritmo suave; el baile estaba compuesto por bellas coreografías de movimientos suaves y delicados, los que destacaban gracias a lo colorido de la vestimenta y la marcada expresión facial de los jóvenes bailarines.

Tras una hora de espectáculo bajamos al primer piso del local y nos encontramos con una discoteque ambientada con figuras de Angkor Wat: Estaban las asaras y los rostros de piedra iluminados por luces de colores y rayos láser que se movían en todas las direcciones al ritmo de la música pop. Camboyanos, japoneses, estadounidenses, hindúes y africanos bailaban alegremente las canciones de Lady Gaga, Shakira y Pitbull.

Cuando bailábamos Ganga Stile sobre una tarima, se nos acercó un joven de tez morena y baja estatura. Primero habló con Macarena y luego conmigo... ¡Era Alejandro! Nuestro guía de las ruinas de Angkor. Nos costó reconocerlo, ya que andaba sin sus lentes. Estaba muy feliz de vernos y bastante pasado de copas. Los lentes los tenía su novia, una bella y sonriente joven, de quien Alejandro no recordaba su nombre. Nos invitaron a su mesa y nos convidaron un trago servido en un recipiente de plástico algo más pequeño que una pelela, lleno de vodka, Redbull y hielos; y del cual bebíamos al mismo tiempo con varias bombillas. Alejandro estaba tan ebrio que casi no hablaba español. Estuvimos un rato más con ellos y luego salimos a la calle, donde la fiesta seguía.
Angkor What?
Angkor What?
Dimos una vuelta y entramos a un bar que me recordaba los tugurios de Valparaíso. Se llamaba Angkor What? y era una gran sala con una barra, espacio para bailar y graffitis fosforescentes pintados en las paredes. Personas de todas las nacionalidades y edades bailaban mientras bebían cerveza y tragos en tiestos plásticos. Era una gran fiesta dentro y fuera del local. Lo bueno es que aquí la gente no destrozaba cosas ni había policías que persiguieran a las personas, como sucede últimamente en Valparaíso. En fin. Lo pasamos genial. Yo bebí Angkor Beer toda la noche. Macarena se tomó un Sex on the Beach y un Around the World. ¿Qué mejor?