 |
Le Banneton contraluz |

Nuestro tercer día en
Luang Prabang lo iniciamos nuevamente asistiendo a la ronda limosnera de monjes. De ahí regresamos al
café Le Banneton y disfrutamos de un desayuno de té y
baguettes con mantequilla, tocino, huevo y mermelada. Mientras anotaba algunas líneas en mi cuaderno de viaje, afuera los monjes caminaban hacia un templo cercano.
 |
Barca en el río Nam Kham |

Aquella mañana
Luang Prabang amaneció sumergido en la neblina. Los templos, las casas y los monjes quedaron envueltos por un halo de sueño y misterio. Dejamos el café y partimos a caminar por el borde del otro río que rodeaba la ciudad: el
Nam Kham. Más estrecho que el
Mekong, un costado del río contaba con restaurantes y en la otra orilla se divisaban plantaciones agrícolas. Hasta ellas pudimos cruzar gracias un estrecho y endeble puente de bambú que pasaba sobre las aguas del
Nam Kham. Las casas que encontramos al otro lado del río eran más humildes. Sin embargo, el lugar seguía siendo tranquilo y hermoso, rodeado de vegetación y, por su puesto, cerca de un templo budista, en cuya ventana se asomó un monje sonriente.
 |
Wat Aphay |
Volvimos sobre nuestros pasos y continuamos el recorrido por las
calle Kingkitsarat, pasamos por un costado del
monte Phu Si y nos sentamos a descansar en las afueras de un pequeño templo llamado
Wat Aphay. Mientras reposábamos en unas bancas un monje se acercó lentamente hasta nosotros, se sentó en una banca y comenzó a conversarnos en inglés. Nos preguntó los nombres, de dónde veníamos y cuanto tiempo llevábamos en
Luang Prabang. Él nos contó que llevaba cuatro años en el templo, su nombre era Kamnut, todos los días se levanta a las seis de la mañana, participa de la ronda limosnera y luego asiste a clases. Entre sus ramos tiene inglés y español. En eso llegó un
tuk tuk cargado con cojines. Kamnut se despidió y fue a colaborar a los otros monjes para llevar los cojines dentro del templo.
 |
Wat Wisunarat |

Nosotros seguimos nuestro camino y llegamos hasta el templo activo más antiguo de la ciudad, el
Wat Wisunarat. Dentro del recinto se encontraba un gran Buda rodeado de figuras más pequeñas. Afuera había una gran estructura con forma de loto llamada
That Pathun.

De regreso al centro de la ciudad nos detuvimos fuera del
Mercado de Dala y nos comimos un
baguette relleno con pollo,
tofu, carne de vacuno, apio y lechuga, todo esto aderezado con mayonesa. Estaba muy rico. Ideal para recuperar energías luego de nuestra caminata matutina.