viernes, 9 de marzo de 2018

Mi llegada a Praga


Tras casi un día y medio de viaje desde Santiago, finalmente llegué a Praga. En el camino quedó mi mochila, las preocupaciones y los placeres de la vida cotidiana en Valparaíso. Se fue abriendo el universo del viaje con todo ese tiempo distinto, cargado de presente y experiencias nuevas.



Quizá por eso el extravío de la mochila no me preocupó tanto. No tenía certeza de que fuera a aparecer. Pero conocía la experiencia de varios viajeros a los que les había pasado lo mismo. Además, antes de tomar el vuelo desde Santiago había tomado un seguro de viaje. Si la mochila no aparecía, al menos me compensarían por ello.

Vuelo a Europa

Mi trayecto a Praga fue largo y arduo. La ruta fue Santiago, Toronto, Londres y Praga. Casi 36 horas de viaje en avión y estadías en los aeropuertos. Por eso cuando llegué me sentí aliviado y feliz.

En el aeropuerto me estaba esperando un taxista al que contactaron desde el Hotel Golden City Garni, donde me iba a quedar. Por 600 coronas, algo así como 25 euros, me llevó desde el aeropuerto hasta el hotel.

El taxista me preguntó que hacía viajando solo por estos lados. Le respondí que me agradaba viajar solo, sacar fotografías y escribir en el blog. El joven no era muy entusiasta respecto de Praga, la encontraba vieja y atrasada. Una herencia que atribuía al régimen comunista.

Praga, República Checa

Praga #RepublicaCheca

Praga, República Checa

Me registré en el hotel y salí en busca de algo para comer. Entonces me encontré con una bella calle por donde circulaban tranvías. ¡No sé por qué! Quizás es por los trolebuses de Valparaíso, o porque mi abuelo materno reparaba estas máquinas en el Santiago de antaño, o por el tren eléctrico que él mismo me regalara para uno de mis primeros cumpleaños. No lo sé. Pero me encantan los vehículos impulsados con energía eléctrica y montados en rieles.

Salir del hotel y encontrarme con ese tranvía fue el mejor recibimiento que me podía dar la ciudad. Caminé un par de cuadras, pase fuera de tiendas que ofrecían kebabs, comida thai, comida china y comida mexicana. Finalmente me quedé en un restaurante local. No lucía barato, pero parecía temperado y agradable para hacer la hora hasta que tuviera que regresar al hotel para dejar mis cosas en la habitación.

Pedí un S-Pohanková Palacink y una cerveza Bernard. El plato consistía en un panqueque relleno con verduras cocidas y queso derretido. Sobre el panqueque venía salsa de yogurt y bajo él, había una cama de verduras frescas. El plato estaba muy rico y contundente.

Siguiendo la tradición que advertían en la guía Michelín, el mozo regresó y me ofreció otra cerveza. Sonreí, indique que todavía me quedaba y le agradecí. A los cinco minutos regresó con otro shop de medio litro. Nada que hacer. Me sirvió de inspiración para escribir esta primera entrada sobre Praga.

Puente Carlos
Hernán Castro Dávila
Praga, República Checa
27 de enero del 2018

Apuntes y Viajes

Hernán Castro Dávila


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