






Nuestro avión aterrizó en la capital de Perú a eso de las seis y media de la tarde, luego de un viaje de tres horas desde Santiago de Chile.
Antes de llegar a tierra, desde la altura vimos una ciudad rodeada de desierto y cortada por acantilados que dan al mar.

El Hotel Tambo es muy bello, está decorado con motivos de las culturas originarias del Perú, su diseño es minimalista y los colores que más utilizan son el blanco y el café oscuro.
Desde ahí salimos a caminar a Larcomar, un paseo peatonal y comercial construido en la parte superior de los acantilados de Miraflores, desde donde se ve el mar y el borde costero de la ciudad.
Para saciar nuestro apetito luego de un día de viaje, fuimos hasta el Restaurante Café Café donde probamos por primera vez el pisco sour peruano, pedimos unas deliciosas tapas más unas papas a la huacaina y, de postre, un suspiro de lúcuma.
¡Estábamos en Lima! Disfrutando de su exquisita gastronomía, escuchando el sonido del mar a lo lejos y conversando de nuestras vidas.
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