jueves, 12 de julio de 2012
El Cementerio de Punta Arenas
Las tumbas y los mausoleos se distribuyen entre senderos de pinos moldeados por la mano del hombre austral. El color verde de los árboles se complementa con el azul del cielo y el blanco de las cruces y los ángeles.
Este es un lugar único en el mundo. Una necrópolis donde conviven los restos de croatas, suecos, chilenos, franceses e indígenas, inmersos en un laberinto de árboles y pasadizos. Verde en verano, blanco en invierno.
Dos veces más silencioso que la Patagonia, el Cementerio de Punta Arenas guarda los restos humanos de una epopeya iniciada siglos atrás, donde la vida de hombres nómades se confundió con las aventuras de corsarios y conquistadores, hombres de ciencia y delincuentes exiliados, emprendedores y busca fortuna, curas y prostitutas.
Una epopeya que se intentó forjar en la Ciudad del Rey Don Felipe (llamada más tarde Puerto del Hambre), luego Fuerte Bulnes y, finalmente, Punta Arenas.
El Cementerio es el corolario de esta aventura austral. Es el último puerto al que llegaron los grandes hombres y mujeres que soñaron con forjar su vida al fin del mundo. Y lo lograron, creando una ciudad con una cultura única e inigualable, orgullosa de sí misma.
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