sábado, 17 de marzo de 2012
Ipanema
Hasta Ipanema llegamos en un taxi bus, vehículo de transporte similar a una van, donde por un par de reales te trasladan de un punto a otro de la costa carioca, de manera más económica de lo que saldría un taxi.
Nuestro recorrido comenzó por el Lago Rodrigo Freitas y continuó por la Plaza Nuestra Señora de la Paz, donde se instalaba una gran feria libre, donde vendían flores, frutas, verduras, especias, hierbas, carnes y pescados. Los puestos estaban distribuidos alrededor de la plaza y en cada uno de ellos se disponía la oferta de productos de manera muy ordenada y colorida.
Un par de cuadras más allá nos encontramos con la calle Vinicius de Moraes, donde se ubica el Café Garota de Ipanema, lugar frecuentado por Vinicius y Tom Jobin, quienes escribieron la letra y la música para la famosa canción inspirándose en "Heloísa Eneida Menezes Paes Pinto (más conocida como Helô), una preciosa carioca de 19 que sin saberlo, entre salidas y entradas para comprar tabaco, iba a inspirar no sólo miles de piropos y silbidos, si no también una de las canciones más universales de todos los tiempos" (Rodrigo Acuña).
Frente al Café se ubica el Bar Vinicius, punto de encuentro de diversos exponentes del Bossa Nova. Para esa noche había una presentación de Andrea Montezuma y María Creuza.
Luego de disfrutar de una cerveza helada y unas bolitas de queso fritas, mientras veíamos circular a cariocas y turistas desde la ventana, partimos hacia la Playa de Ipanema en busca de nuestra familia.
Casi ocho horas más tarde volvimos al Bar Vinicius, donde disfrutamos de una exquisita cena y una caipiriñas mientras escuchábamos el concierto de Andrea Montezuma.
Algunos minutos pasadas las once de la noche, un grupo de músicos -un tecladista, un guitarrista, un bajista y un baterista- se instalaron en el pequeño escenario del local y comenzaron a tocar. En eso, desde la escalera del bar, cruzando la barra y vestida de negro, llegó una pequeña y carismática María Creuza, quien subió al escenario y se puso a cantar.
De ahí en adelante retrocedimos en el tiempo, al ritmo del Bossa Nova, con los mozos vestidos de etiqueta, María recordando las conversaciones con Vinicius, saludando al público proveniente de diversos lugares del mundo. Nosotros bebiendo caipiriñas, observando como las bellas prostitutas se paseaban con viejos de canas y bastón, al mismo tiempo que en la mesa de al lado una pareja vaciaba una segunda botella de champán y compraba un ramo de doce rosas.
La felicidad en María, los músicos y el público era algo que desbordaba. Por un momento el tiempo se detuvo y todos pudimos celebrar, entre teclado, bajo, guitarra, tambor y voz, que estábamos vivos. Vivos y disfrutando de una música tan hermosa como el Bossa Nova en la ciudad que fue su cuna: Río de Janeiro.
Más sobre Río de Janeiro: Copacabana, Pan de Azúcar, Lapa, Cristo Redentor.