domingo, 14 de octubre de 2018

Momento religioso en la Mezquita de Solimán


Con la barriga llena y ya más descansados, partimos con rumbo a la Mezquita de Solimán. Nos internamos por las calles del Barrio Beyazit. Caminamos entre negocios y tiendas de todo tipo con mucho movimiento de gente yendo y viniendo.


Barrio de Beyazıt

Barrio de Beyazıt

Barrio de Beyazıt

El espectáculo era entretenido, las calles estrechas y nosotros subiendo y bajando siguiendo las instrucciones de Google Maps. La vuelta estuvo buena. Aproveché de hacer fotos en un lugar donde no sé si me hubiese animado a entrar solo.

Mezquita de Solimán

Mezquita de Solimán

Mezquita de Solimán

Finalmente subimos una pendiente y llegamos a la Mezquita de Soliman. Era hermosa y la vista a Estambul y el Cuerno de Oro lo era más todavía. Carolina sonreía. "Esta es mi mezquita favorita", me dijo. ¡Y con razón!

Mezquita de Solimán

Sinan fue el arquitecto de esta maravilla y soñaba con superar la belleza de Santa Sofía. Su trabajo fue maravilloso. Caminamos por el borde del patio disfrutando de la hermosa vista y entramos antes de que cerraran por la hora de rezo.

Mezquita de Solimán

Mezquita de Solimán

Mezquita de Solimán

Nos sacamos los zapatos e ingresamos. Dejamos el calzado en unas pequeñas repisas y nos vimos dentro de ese hermoso cuerpo arquitectónico inaugurado en 1557. ¡Era una belleza! La armonía de las formas y los colores. La ausencia de figuras humanas, prohibidas por la religión musulmana le daban un aire distinto a todos los templos que había visto antes (católicos y budistas). Sólo la sinagoga española que vi en Praga podría compartir la ausencia de formas humanas en su interior. Y la majestuosidad del templo, creo que es sólo comparable con lo que buscaban los católicos en el Vaticano.

Bajo nuestros pies se extendía una alfombra con los puestos marcados para que los musulmanes se sienten a rezar. Un grupo de hombres descalzos pasó al lado nuestro y se dirigió hacia el altar a rapidamente. Atrás nuestro, tras un enrejado de madera, se ubicaban las mujeres. Y cerca nuestro, un grupo de niños jugaban y reían sin que nadie les dijera nada.

En eso un hombre comenzó a cantar una oración. Los hombres de pie rodearon el altar (No sé si ese sea el nombre técnico) y cada cierto tiempo se arrodillaban y se volvía a parar. Carolina y su amiga observaban asombradas. Era la primera vez que no les pedían retirarse de la mezquita para la oración. El guardia se acercó a mí y me pidió que no grabara, pero no que saliéramos.

Ahí me quede observando, oyendo, sintiendo. No eran muchas personas las que habían, pero la devoción era muy marcada. Era algo armónico y bello.

Fue fantástico poder estar allí y compartir ese momento de entrega devocional. Yo me declaro agnóstico, pero disfruto mucho de las expresiones religiosas auténticas o de las expresiones artísticas que acompañan los ritos y creencias religiosas. Y en este caso la fe y la expresión artística me conmovieron.

Cuando salimos del templo todavía estábamos sorprendidos. Fue algo muy especial. En momentos así pienso que las religiones no están tan mal, que quizá sean necesarias para una parte considerable de la humanidad y que además aporten bello arte y arquitectura.

Los problemas pueden comenzar de la puerta para afuera de los templos (budistas, cristianos, musulmanes y judios) cuando la religión intenta traspasar sus creencias al ámbito de la vida pública y privada de los ciudadanos que rodean estas construcciones.


Mezquita de Solimán

Como sea. La sensación al salir de esa mezquita fue muy especial. Agradecí de corazón Carolina por los bellos paseos del día y nos despedimos.

Barrio de Beyazit
Hernán Castro Dávila
Estambul, Turquia
7 de febrero del 2018 

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Hernán Castro Dávila

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