viernes, 11 de mayo de 2012
Una tarde en Guanaqueros
El auto se detiene, abrimos las puertas y nos bajamos. La brisa del océano refresca nuestros rostros. Nos estiramos, enlazamos nuestras manos, cruzamos y vamos hacia la caleta.
Macarena respira profundo y reconoce ciertos detalles del paisaje que la trasladan hasta su infancia, cuando con su familia viajaban a Tongoy e iban de paseo a Guanaqueros.
La Caleta de Pescadores ya no es el mismo lugar de antes. Una moderna instalación de cemento sirve de base para los vendedores de pescado, los pelícanos y los visitantes. Desde ahí se observa el cadencioso vaivén de los botes, la llegada de los pescadores y el jugueteo de un gran lobo marino. A lo lejos se distingue la larga playa de Guanqueros.
Siento como el sol otoñal quema lentamente mi rostro, mientras observo y saco fotografías de un grupo de pelícanos expectantes a las acciones del hombre que limpia los pescados y, cada cierto tiempo, les envía una carga de entrañas y espinas que se disputan a picotazos.