Estaba anunciada lluvia para los próximos días. Aprovechando que era temprano y todavía no comenzaba a llover, tomé mi tenida deportiva, acomodé el IPhone en mi brazo y salí a trotar. El viento corría fresco y en el cielo avanzaban las nubes de un tono oscuro. Caminé a paso rápido hasta la costanera del río Calle Calle y partí.
Es muy agradable sentir como todo tu cuerpo comienza a acelerar su funcionamiento cuando trotas. Los músculos te impulsan, el corazón bombea más fuerte la sangre y los pulmones se inflan en busca de más oxígeno. Afuera, el paisaje atrapa la mirada, la piel siente la brisa y los pies golpean contra el piso. Toda esa mezcla de sensaciones más el hecho de estar lejos de casa, corriendo por un paisaje nuevo, me hace sentir vivo y feliz. Entonces esbozó una sonrisa y sigo mi camino.
Continué trotando por la avenida Prat -con sus árboles, bancas y vista al río-, pasé por debajo del puente Calle Calle y continué hasta Ecuador, donde me encontré con una vieja estación de trenes.
Cuando finalizó la ciclovía continué por un camino de tierra hasta completar los veinte minutos de ida. A mí regreso me detuve frente a la estación e hice una fotografía de un viejo y bello ferrocarril como arrancado del tiempo. Puse play nuevamente y seguí trotando.
En eso comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia. ¡Qué sensación más agradable! Cuando estaba a punto de llegar al puente la lluvia se largó con todo. Entonces recordé el precepto budista que dice que el calor está dentro de uno. Al menos cuando trotas eso es cierto: La lluvia refresca y no alcanza a enfriar el cuerpo, ya que este se encuentra activo. Empapado, seguí trotando por una solitaria avenida 21 de mayo con una gran sonrisa en el rostro. No todos los días se trota bajo la lluvia al lado de un hermoso río como el Calle Calle. No tenía nada más que pedir. Una vez en casa de Esteban me duché, me cambié de ropa y quedé como nuevo para continuar con mi día.
Hernán Castro Dávila
Valdivia, Chile
