viernes, 26 de agosto de 2016

En tránsito


Ahí estábamos otra vez, bebiendo cerveza y comiendo papas fritas para hacer la hora en espera del próximo vuelo. De pronto el aeropuerto pareció vaciarse y solo quedamos nosotros y un par de pasajeros más durmiendo en las bancas.


Ahí estábamos otra vez, esperando que pasaran las horas para que los parlantes anunciaran el embarque a nuestro avión con destino a La Habana. Entonces nos miramos de nuevo, los dos sobre los treinta años. Las papas fritas desaparecían entre sorbos de cerveza. Pensar que conocí a Macarena a los 23 años y hoy ya tengo 36. La vida pasa rápido y algo sospechamos al respecto. Nos miramos y sonreímos. Nos sentimos afortunados. Trabajamos en algo que nos gusta, tenemos las tardes libres para trotar, hacer yoga o ir al cine; yo me dedico a mi blog y Macarena cultiva su vida social. En general son pocas las cosas que nos molestan.

La mayoría de nuestros amigos ya son padres y algunos van para el segundo hijo. Algunos se han separado, otros viven una feliz soltería y otros cuantos, como nosotros, van tomando distancia de la paternidad. La mayoría trabaja, algunos en cargos de cierto poder y otros no tanto. El asunto es que ya no somos los jóvenes universitarios ni los profesionales recién egresados. Ya vamos sumando años de circo y responsabilidades. Y, bueno, ya es tiempo de ver si la ruta recorrida avanza por el sendero imaginado. A estas alturas los acontecimientos de la vida ya se pueden ver con mayor perspectiva.

Se acabaron las papas fritas, las botellas de Cusqueña se vaciaron y los pasillos del aeropuerto volvieron a llenarse de pasajeros. Nuestro avión apareció en la pantalla. La puerta de embarque era la número cinco. Las cosas fluyen, la tranquilidad y la sonrisa de nuestros rostros son un buen indicio.

No podemos detener el avance del tiempo, pero sí podemos acomodarnos en nuestros asientos y disfrutar del paisaje y las historias que pasan delante de nuestros ojos.

Boté las botellas de cerveza al tacho, sacamos unos chocolates en una tienda de souvenirs y seguimos a la puerta cinco del aeropuerto de Lima, donde nos esperaba nuestro avión con destino a La Habana, Cuba.

Nota del autor: Lo que en ese momento no sabíamos, era que tres meses más tarde nos separaríamos y que este viaje sería el último que haríamos juntos. Pero esa es otra historia.


Coco taxi

Vuelo de Lima a La Habana, 23 de enero del 2016

Suscríbete para recibir novedades de Apuntes y Viajes: