Cuando estás a punto de cumplir un sueño la sensación es extraña. El nerviosismo de que lo deseado sea como te lo has imaginado da un tanto de ansiedad.
Machu Picchu siempre lo vi como un destino lejano al que debería llegar mochileando, caminando entre montañas y sin un peso en el bolsillo. Una ciudad de ensueño a la que debía acceder sufriendo las inclemencias de la distancia. Así pensaba cuando joven, cuando el dinero escaseaba y el tiempo era algo más abundante.
Hoy, cuando desperté a las cuatro de la mañana para prepararme para el viaje, el destino seguía siendo el mismo; pero me vendrían a buscar al hotel y me llevarían hasta un tren con grandes ventanales, incluso en el techo. Si bien viajé solo, lo más probable era que fuera parte de un grupo de turistas bajo la tutela de un guía con tiempos limitados.
Los textos que he leído sobre Machu Picchu dicen que viajar ya no es lo mismo de antes, que los grupos organizados y la obsesión por las fotos hacen muy difícil abstraerse del ajetreo y conectarse con la ciudad y su entorno. Los trenes separados entre turistas y habitantes locales han inhibido las posibilidades de conocer a los verdaderos habitantes del lugar.
Y sin embargo, llegar hasta la ciudad escondida de los incas seguía siendo mi sueño empecinado. Yo cambié, Perú cambió y aquí estamos para encontrarnos.
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Aguas Calientes |
A las cinco y veinte de la mañana pasaron por mí al hotel. El cielo ya aclaraba cuando recorríamos las estrechas calles de Cusco en busca de otros turistas. Enfilamos a la estación de trenes, fuera de la ciudad, esperamos un rato y abordamos una moderna máquina con cómodos asientos, ventanas por todos lados y aire acondicionado. El paisaje rural se veía de maravilla, al rato sirvieron un snack y cada cierto tiempo nos entregaban información por los parlantes respecto los lugares que observábamos. Así partimos en un viaje que duraría casi cuatro horas. En el trayecto vi bellos paisajes altiplánicos, ríos, mecetas nevadas y hasta un tramo de selva, cuando estábamos por llegar a Aguas Calientes.
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Ruta a Machu Picchu |
Desembarcamos, atravesamos unos puestos de artesanía y nos subimos a un bus que ascendió por un estrecho camino de tierra en zig zag, bordeando un barranco que cada vez se hacía más alto. A los veinte minutos llegamos a la entrada de Machu Picchu, hicimos una pequeña fila e ingresamos.
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Machu Picchu |
Atravesamos la boletería, avanzamos por un sendero y apareció una porción de la ciudad y todo el Wayna Picchu. Debo decir que me entusiasmé. El paisaje y la arquitectura hicieron desaparecer mis prejuicios. Al diablo con las formas adecuadas de viaje, esa maravilla estaba delante de mis ojos y no la podía dejar de mirar. Comenzamos a ascender por escaleras de piedra bajo pleno sol, tomamos más altura y accedimos a la vista completa de Machu Picchu. Era impresionante. Saqué la cámara y me puse a disparar como loco, pedí que me sacaran fotos y, bueno, entré en estado de euforia.
Debo decir que estaba lleno de turistas circulando y luchando por un espacio para hacerse fotografías. Y debo decir que no fui diferente a ellos. Sucumbí a Machu Picchu.
A medida que bajamos y entramos a la ciudad, la histeria dio paso a la conexión con la energía del lugar. Nos instalamos cerca de la cantera y el guía, oriundo de Cusco, nos contó la historia de
Machu Picchu. El sueño de había cumplido.
Aquí les dejo el registro fotográfico del encuentro:
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Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Templo del Sol. Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Templo de las Tres Ventanas, Machu Picchu |
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Templo de las Tres Ventanas, Machu Picchu |
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Sector de los templos, Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Roca Ceremonial, Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Machu Picchu |
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Machu Picchu |
Hernán Castro Dávila
Tren entre Cusco y Aguas Calientes
30 de octubre del 2014