martes, 26 de diciembre de 2017

De carrete en La Paz



Me agrada conectarme con la ciudad, caminar por las calles, observar a la gente y hacer fotografías. También disfruto de las pausas respectivas junto a un café o una cerveza, donde aprovecho de tomar notas para el blog. Pero tras un par de día de introspección, ya necesitaba conversar con alguien más que el hombre de la recepción del hostal.


Busqué en Lonely Planet y me tincó un bar con jazz en vivo (Thelonious Bar). Pedí un taxi y salí por La Paz. El chofer no se ubicaba bien, así que tras dar un par de vueltas llegamos al lugar donde debía estar el bar. Pero no había nada. Me bajé del taxi, hablé con un cuidador de autos y me dijo que el bar lo habían cerrado.

¡Diablos! No me iba a quedar en medio de un barrio desconocido, así que con aire derrotado le pedí al chofer que me llevara de regreso al hostal.

Ofuscado por mi mala suerte decidí salir en busca de un bar en el mismo Rosario. Subí un par de cuadras y me encontré con una pizzería, un restaurante cubano y uno mexicano. Volví a bajar y un poco antes de llegar a Plaza San Francisco leí un cartel que decía "The English Lion's. The Original English Pub". Bajé unas escaleras, empujé la puerta y me encontré con un lugar en penumbras. Delante mío habían unas cuantas mesas con turistas, una mesa de pool y una barra. Esto era justo lo que andaba buscando.

Pedí una cerveza Judas y me puse a observar. En eso se me acerca un joven flaco y me invita a jugar una mesa de pool. Le digo que juego pésimo, pero él insiste. Al principio juega mal, pero de repente se pone a acertar todos los tiros. Hijo de padre chileno y madre boliviana y nacido en Suecia. Vivía en La Paz y se dedicaba a la artesanía, las apuestas en mesas de pool y a la venta de marihuana.

De regreso a la barra se acercó una pareja, pidieron una tapas de cerveza e intentaron acertarle a un balde. Uno de ellos dio en el blanco. Entonces la mujer de la barra sirvió una ronda de tragos para todos, incluida ella. Brindamos, bebimos y la mujer me invitó a que me acercara. Poco y nada logré entender de la conversación que tenían. Pedí otra Judas, bebimos otra ronda de cortos y se fue sumando gente a la barra: Australianas, ingleses y bolivianos.

Para la tercera Judas me vi jugando otra vez pool junto a una australiana. Jugábamos contra el chileno -boliviano y la otra australiana. Yo seguí jugando mal, pero mi compañera acertó bastantes tiros. Esta vez, ante la insistencia del chileno-boliviano, acepté apostar 10 bolivianos. El partido estuvo parejo. Pero la estrella era mi compañera australiana. Así fuimos avanzando golpe a golpe hasta que solo quedó la bola ocho. Tras un par de intentos apunte con el taco, golpeé en forma decidida y acerté. ¡Gané mi primer partido de pool! Celebré con mi compañera, cobré los diez bolivianos y regresamos a la barra.

El ambiente era eufórico. Al grupo se sumó una pareja de costarricenses. La más prendida de las australianas dijo que siguiéramos la fiesta en otro lado. Diez minutos después estábamos tomando un taxi bajo la lluvia y apretándonos para que siete personas entren en cuatro puestos.

Logrado esto, partimos con rumbo desconocido. Llegamos fuera de unas casas grandes y antiguas. Un hombre en la puerta hizo una venia y pasamos. Subimos tres pisos, golpeamos una puerta y, lejos de encontrarme con una disco, vimos un espacio abierto amoblado con sillones, luces de colores y banderas pegadas en las paredes.

Una mujer de edad se acercó para tomar el pedido. Yo pedí una cerveza, los costarricenses un ron y las australianas un gramo de cocaína. Entonces entendí dónde estábamos. En los otros sillones la gente conversaba. La mayoría eran extranjeros.

A los cinco minutos la mujer volvió con la cerveza, el ron y una bandeja de cartón con la cocaína. Como en las películas, las chicas sacaron una tarjeta de crédito, un billete y se pusieron a inhalar.

Quince minutos después estaban conversando animadamente con unas alemanas en la mesa de al lado. Yo seguí conversando con la pareja de costarricenses, con quienes acordamos regresar juntos a nuestro punto de partida en Rosario.

Ya estaba terminando mi segunda cerveza cuando la australiana se levantó de repente y dijo que ya era tiempo de ir a otro lugar. Bajamos los tres pisos, tomamos otro taxi y a mitad de carrera las australianas se bajaron a sacar dinero. De pronto las vimos abordando otro taxi, entonces decidimos regresar a nuestros respectivos hostales y dar por cerrada la noche de copas sanos y salvos.

La Paz #Bolivia

PD 1: La noche siguiente regresé al bar. Esta vez cambiaron los personajes, pero la dinámica de conversación, tragos y risas fue la misma. El final eso sí fue distinto. Las chicas de la barra tuvieron la amabilidad de invitarme al Hard Rock Café de La Paz, y está vez sí terminé bailando como yo quería.

PD 2: Mi última noche en La Paz regresé al local para agradecer la amabilidad de las chicas de la barra y el barman inglés. Estaba tomando mi última Judas cuando el barman me invitó a cenar una hamburguesa con papas fritas. Con el estómago lleno y algo de resaca regresé al hostal para dormir un par de horas y partir rumbo al aeropuerto.


La Paz #Bolivia
Hernán Castro Dávila
2 de mayo del 2017
La Paz, Bolivia

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