Luego de tanto andar, decidimos hacer una pausa para almorzar. Nos despedimos de Martí y nos devolvimos hasta el punto de partida: La Plaza de la Catedral, pero utilizando calles por las que no habíamos transitado.
Llegamos a la plaza. Al costado izquierdo de la catedral había una pequeña calle de adoquines. Dicen que aquel campanario lo hicieron más delgado que el derecho justamente para no bloquear ese pasaje. La calle se llama Empedrado y justo a la mitad se puede observar gran cantidad de gente y un cartel amarillo que anuncia "La Bodeguita del Medio".
Ya era mediodía. Por fuera, la Bodeguita tiene dos entradas. La primera, custodiada por un enorme guardia, conduce a un pasillo que lleva al comedor. La segunda, a un pequeño bar donde los garzones preparan mojitos sin parar. Sobre la barra hay una botella de ron blanco y una hilera de vasos con menta. A cada pedido, los garzones echan azúzar, ron, soda y listo: Un mojito por cinco PUC. Atrás de la barra se lucen las botellas de ron y las cajas de puros. Abajo, viejos refrigeradores con cubierta de madera donde guardan el hielo. Sobre los estantes con ron, colgaba un cuadro con la siguiente frase: "Mi mojito en La Bodeguita del Medio y mi daiquiri en El Floridita. Ernest Heminway."
Al frente de la barra los turistas se agolpan sacando fotos, bebiendo mojitos y conversando. Nos acercamos al guardia de la puerta que llevaba al comedor. "¿Van a comer?", preguntó. "Sí" respondió Macarena. El hombre dio un paso al lado y avanzamos por el pasillo. En el segundo piso, con acceso a la terraza, las mesas estaban reservadas. En el primero, dividido en cuatro habitaciones, había varias mesas disponibles. Elegimos la nuestra y pedimos nuestros primeros mojitos. Las paredes que nos rodeaban estaban escritas hasta el techo con recuerdos. Sobre los textos colgaban decenas de cuadros con visitantes ilustres, entre los que pude distinguir a García Márquez. A los 15 minutos el local se repletó. Brindamos con nuestros mojitos y disfrutamos un plato compartido de ropa vieja (carne mechada en su jugo), moros y cristianos (arroz con porotos negros) y papas doradas. Estaba delicioso. A esas alturas del día ya teníamos mucha hambre. De bajativo bebimos un par de mojitos más acompañados de croquetas (Una masa de papas, similar al puré, pero frita y con exterior crocante).
Para cerrar partimos hacia el área del bar, nos acomodamos en la barra y compartimos con los turistas y un grupo de músicos cubanos. El ambiente era muy alegre. Mientras el barman preparaba los mojitos, los músicos tocaban salsa, la gente bebía, algunos bailaban y otros sacaban fotos. Todo en un espacio pequeño, separado de la calle por columnas de madera. Afuera, la gente se seguía agolpando y algunos bailaban al son cubano.
Un tanto alegres y mareados con los mojitos, bailamos un par de canciones y volvimos a las calles de La Habana para seguir caminando.
Vuelo de La Habana a Lima
2 de febrero de 2016
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