Dejamos atrás La Bodeguita del Medio, avanzamos por la Plaza de La Catedral y nos perdimos por las calles de La Habana en busca de un estimulante que nos quitara la modorra y nos diera energía para la tarde. Si no es el café, el chocolate es uno de mis alimentos favoritos para darme energía. Así llegamos hasta el Museo del Chocolate, un bello local, de gran tamaño y donde fabricaban chocolates en moldes de diversas formas. Yo pedí un chocolate caliente y una figura de león de tamaño mediano. ¡Estaba delicioso! Ya estábamos listos para nuestra próxima parada: La Plaza de la Revolución.
En Plaza San Francisco tomamos un coco taxi -vehículo pequeño con capacidad para dos o tres pasajeros y con una carcaza ovalada de color amarillo-. Así partimos a toda velocidad desde La Habana Vieja hasta El Vedado, donde se encuentra la Plaza de la Revolución. En la ruta nos fuimos tomando fotos hasta que comenzaron a caer algunas gotas del cielo.
Cuando llegamos a la plaza estaba lloviendo. Nos bajamos del coco taxi, caminamos unos pasos y comenzó un diluvio de proporciones. No teníamos nada qué hacer, estábamos a la interperie y sin lugar para protegernos. El agua caía con mucha fuerza, sólo atiné a proteger el bolso con la cámara. Pasaron un par de minutos, la lluvia arreció y quedamos solos en medio de la Plaza de la Revolución. Delante nuestro se levantaba el edificio de finanzas con la efigie del Che Guevara y una bandera gigante de Cuba. Estábamos empapados y muertos de la risa. La cámara estaba seca dentro del bolso. Revisé mi bolsillo, saqué el iPhone y estaba todo mojado, pero funcionando. Nos tomamos una selfie y partimos hacia el monumento de José Martí.
Pagamos la entrada e ingresamos al museo del prócer cubano para secarnos. Dentro nos encontramos con toda la historia de José Martí, del nacimiento a la muerte. Había retratos, estatuas y frases célebres. En eso saqué mi celular y no respondió. Había muerto por la lluvia. ¡Nada que hacer! Dimos una vuelta más, salimos del museo y subimos a un costado de la enorme estatua de Martí. Desde ahí se podía apreciar la Plaza de la Revolución en toda su magnitud. Un espacio enorme con capacidad para albergar hasta a un millón de personas. Nos sentamos en el que imaginé sería el puesto de Fidel Castro cuando daba sus discursos.
Lentamente la explanada se empezó a llenar de turistas nuevamente. La lluvia había arreciado. Bajamos desde el monumento de Martí, cruzamos la avenida, atravesamos la Plaza de La Revolución y tomamos un coco taxi a nuestra próxima parada: El Malecón.
Pucón, Chile
4 de febrero de 2016
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