Pasaje Gálvez, cerro Concepción (1998) |
Pasaje Gálvez, cerro Concepción (2015) |
Alberto Madrid lo mencionó en una clase de Semiótica. Estaba hablando sobre la fotografía, el registro y lo perecedero. Entonces puso a Valparaíso como ejemplo: "¿Saben por qué la gente saca fotografías de Valparaíso? Porque Valparaíso está desapareciendo".
A mí la idea me quedó dando vueltas en la cabeza: ¿Cómo una ciudad podría desaparecer?
Mientras tanto, en el ramo de Fotografía, realizábamos una salida a terreno con el profesor Nelson Muñoz. Recuerdo que al primer lugar al que fuimos fue la Plaza del Descanso. Hasta ahí llegamos unos 26 estudiantes de Periodismo, todos con nuestras cámaras fotográficas.
Era el año 1998. Todavía en Chile se sentía el efecto de la crisis asiática y, en mi caso, lo sentía especialmente. La pequeña empresa de mi papá quebró en Punta Arenas y yo me quedé estudiando Periodismo, pero sin un peso en el bolsillo. Para salvar la situación, mi padre me obsequió su cámara fotográfica. Una máquina de origen japonés de marca Yashica.
Cámara en mano nos alejamos del grupo, bajamos por un pasaje, llegamos a la avenida Elías y subimos por una escalera que bordeaba el cerro Alegre. A medida que ascendíamos podíamos distinguir las tumbas del Cementerio de Disidentes, al frente de nosotros, en el cerro Panteón.
En aquella época para ahorrar costos comprábamos cargas en blanco y negro en vez de rollos fotográficos. El revelado y la ampliación eran más caros por lo que había que pensarlo bien antes de hacer cada fotografía. Por cada carga salían aproximadamente 36 fotos.
Paseo Atkinson (1998) |
Pasaje Gálvez (1998) |
Ya en el cerro Alegre, caminamos por el pasaje Midleton, donde encontré un simpático gato contemplando el horizonte. Bajamos por Almirante Montt (sin saberlo, entramos al cerro Concepción), bordeamos las iglesias Anglicana y Luterana para llegar al paseo Atkinson. De ahí en adelante me fui haciendo fotografías. Continuamos por la calle Papudo y doblamos en el paseo Gervasoni. Luego bajamos por una escalera y nos perdimos por los recovecos del pasaje Gálvez y la escalera Fisher. El silencio, la estreches de los pasajes, las escaleras, la forma elevada de las casas me conmovieron. Estábamos en un lugar mágico, donde la arquitectura de Valparaíso me trasladaba a un tiempo lejano.
Pasaje Gervasoni (1998) |
Revelé mi primer rollo de fotos en blanco y negro, saqué una tira de contactos en Pardo y seleccioné las primeras fotografías que iba a ampliar. Entre las seleccionadas estaban las del gato, las de los paseos Atkinson y Gervasoni, el pasaje Gálvez y las escaleras. Las pedí en papel mate y con borde blanco.
Pasaron los años. Egresé de Periodismo el 2001, me titulé el 2006 y comencé a trabajar de manera formal (con horario y en una oficina) el 2007. El 2009 retomé el gusto por la fotografía y el 2015 recordé ese primer rollo de 1998.
Dentro de una caja de cartón, guardada en el closet de mi departamento, encontré más de treinta tiras de negativos enumeradas. La primera de ellas era la de nuestras salidas a terreno a los cerros Alegre y Concepción. El resto de los negativos contienen imágenes de otras salidas por Valparaíso y varios mochileos a lo largo de Chile.
Hace unas semanas atrás tomé el primer negativo y volví al local fotográfico de Pardo, en Viña del Mar. El hombre que atendía era el mismo de hace 17 años atrás, pero la fotografía ha cambiado mucho desde entonces. Las máquinas hoy son todas digitales y ya no cuenta con un cuarto oscuro. Esta vez no pedí que me imprima las fotos; le solicité que las digitalizara.
Volví la semana después, le pasé un pendrive y me grabaron los archivos.
Tiempo después edité las fotos en el computador y las revicé una por una. Entonces entendí aquello que Alberto Madrid comentó en aquella clase de semiótica de 1998.
Casa en Pasaje Dimalow (1998) |
Casa del Pasaje Gálvez (1998) |
El cerro Concepción y parte del cerro Alegre habían desaparecido. Aquella ventana con plantas del pasaje Dimalow, hoy es el Hotel Fauna; los faroles antiguos hoy son luminaria moderna; la tranquilidad de la calle Papudo fue reemplazada por el ajetreo de los turistas; el balcón del pasaje Gálvez fue cerrado con rejas, las paredes monocromas y oxidadas se transformaron en lienzos de muralistas y otras casas simplemente se esfumaron y dejaron solo cenizas tras ser consumidas por el fuego.
Los cerros Alegre y Concepción ya no son lo mismo de ayer. Su belleza los sacó del olvido. La declaración de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad disparó el precio de los arriendos. Los antiguos vecinos fueron desapareciendo, espantados por los precios, el constante ajetreo de turistas, cantantes y vendedores, o tentados por una oferta monetaria imposible de rechazar.
Hoy los cerros Alegre y Concepción siguen siendo encantadores, pero la tranquilidad de antaño escasea invadida por el ajetreo del turismo y el comercio, entre murales artísticos y rayados groseros, entre hoteles de lujo y forados de incendio. Como sea, el paisaje y los personajes de aquellas fotos ya no volverán.