No importa si somos inmigrantes en alguna tierra lejana, ricos ni pobres, católicos o protestantes, buditas o musulmanes. Al final del ciclo necesitamos reconocernos, estar unos con otros.
Para mí Navidad constituye la posibilidad de ver a mis seres queridos, cenar en torno a una mesa y compartir lo vivido durante el año.
Los regalos son una forma de agradecer. Por su relevancia para la economía, la más publicitada y exacerbada. Pero en la práctica, todos sabemos que un objeto no vale de nada sin un abrazo, una sonrisa o un cariño.
Después de la vorágine consumista, todos apostamos por volver a casa y compartir en familia la alegría de estar vivos.
Los regalos se acumularán y olvidarán en algún lugar del hogar. Al final, lo que queda es el recuerdo y el cariño de estar reunidos.
No importa si es Cristo, Buda o Mahoma. Lo que me interesa es disfrutar a los míos y darles las gracias por cerrar un ciclo y partir un nuevo período de vida juntos. Ese es el significado que para mí tiene la Navidad.
¡Felices Fiestas!