



Luego de almorzar en el mercado fuimos caminando hasta una pequeña vivienda donde arrendaban bicicletas. Dejamos un documento como garantía, pagamos y partimos a recorrer el borde costero de Isla Egina.
El paisaje que descubrimos era de ensueño. Pedaleamos por más de una hora por caminos que bordeaban la costa, circulando por pendientes y curvas que a cada metro dibujaban una perspectiva nueva del mar, los árboles y las casas.
Al final del camino llegamos a un embarcadero de yates, con un paseo peatonal donde la gente disfrutaba del paisaje tomando café o cerveza en algunas de las terrazas, mientras de fondo sonaba Shakira.
Sonreímos, nos bajamos de las bicicletas, las dejamos a un costado y nos sentamos en una terraza. Pedimos una cerveza Heineken y un jugo, nos tendimos hacia atrás en unos cómodos sillones con vista al embarcadero y disfrutamos del paisaje.
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