Desde distintos puntos de la ciudad, si uno levanta la mirada puede verlo con sus brazos extendidos, más arriba del horizonte, dominando con su presencia gran parte de Río de Janeiro.
Inaugurado en 1936, el Cristo Redentor se transformó en un ícono a nivel mundial, siendo declarado una de las siete maravillas modernas.
Sobre las playas, el mar, la laguna, los ricos, los pobres, la violencia, el turismo, el carnaval, la religión y los negocios, está la mirada de esta figura humana con los brazos extendidos.
Más allá de Cristo, esta figura me evoca al ser humano ante la fiesta diaria de la existencia. Los brazos abiertos son una señal de bienvenida, de perdón diario frente a las torpezas y memoria ante las acciones diarias de esa selva de cemento y madera, donde casi 7 millones de personas conviven, trotan, trabajan, bailan, envejecen, se enamoran, bañan y canturrean.
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Textos y fotografías: Hernán Castro Dávila.