Corrimos la cortina de la habitación 2027 del Hotel Río Othon Palace y nos encandiló el reflejo del sol sobre el Océano Atlántico. Una vez que acostumbramos nuestra vista pudimos distinguir la gran playa de Copacabana, con sus baldosas onduladas, y el Pan de Azúcar.
Estábamos en Río de Janeiro, la tierra del Bossa Nova, el turismo lujoso y las favelas. Como en una postal sacada de una película de ciencia ficción, las construcciones modernas conviven con enormes cerros repletos de selva, un gran lago y varias entradas de mar.
Es imposible comprender la geografía de Río de Janerio, no queda más que dejarse encantar y disfrutar de este milagro urbano en medio de la selva, con un clima tropical de mucha humedad y altas temperaturas.
Los cariocas son personas alegres, sensuales y llenas de vitalidad. No sé si será el aire o las raíces africanas, pero la gente irradia una energía que transmiten bailando, corriendo o, simplemente sonriendo de manera despreocupada.
Río es una ciudad que deslumbra de belleza y contraste, de fuerza natural y sensualidad.
Textos y fotografías: Hernán Castro Dávila
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