Probablemente fue por timidez y por la necesidad de contar con un espacio propio en medio de la jungla educativa que se albergaba dentro del Liceo San José que llegué a la comunicación. Desde quinto básico mis compañeros se dedicaban a hacerme la vida imposible y los profesores tampoco lo hacían nada de mal. Entonces descubrí esa pequeña sala con una casetera, un micrófono y un amplificador conectado a los parlantes del patio interior del colegio. Desde ahí se controlaba la amplificación de la formación matutina (oración, canciones religiosas y sermones) y se ponía la música de los recreos. No recuerdo cómo, pero me las arreglé para terminar habitando ese espacio. Programando la música de mi gusto en los recreos, a una distancia prudente del resto de mis compañeros y a salvo de las formaciones de cada mañana.
Con el tiempo aprendí que participar en el tema audiovisual me daba carta blanca para salir de clases y participar de las ceremonías institucionales desde una perspectiva distinta.
En la misma época experimenté con la administración del diario mural del curso, donde recortaba y pegaba noticias de diarios y revistas. Incluso elaboré una revista artesanal donde publiqué la noticia del Cóndor Rojas en el Maracaná, una entrevista a un compañero y varias cosas más.
Mis referentes para esta época eran las revistas TV Grama y Video Grama, de dónde sacaba los afiches de grupos, cantantes y películas que pegaba en mi pieza. Todo esto sucedió entre 5º y 8º básico, finalizando la década de los 80 en Punta Arenas.
El tiempo pasó e ingresé a la enseñanza media. Mi indiferencia logró evitar el acoso de mis compañeros, me inscribí oficialmente en el equipo audiovisual del liceo y establecí una estrecha relación de amistad con sus integrantes. Continué participando de la radio y me sumé a la amplificación de los grandes eventos del colegio: Revista de Gimnasia, MAM, Festival de la Familia.
En eso fui creciendo y comenzando a tomar mis primeras decisiones personales. Una de ellas, y que mantendría hasta el día de hoy, es la de utilizar el pelo largo. En la cultura marcial del liceo, guiado en ese entonces por el padre Rimsky Rojas, significaba dejar crecer el mechón superior del pelo hasta que tocara la punta de mi nariz y ocultarlo a diario con un estricto engominado. Hasta que el sacerdote me sorprendió y en reprimienda por mi acto de rebeldía me expulsó del único espacio de valor que el liceo tenía para mí: el Taller de Audiovisual.
Ante tanto escándalo por un poco de pelo, con la venia de mi madre me cambié de colegio (una de las mejores decisiones que he tomado) y me fui al Miguel de Cervantes, donde conocí a un hermoso grupo de personas, entre los que nos encontrábamos varios "exiliados" de otros establecimientos.
En esa época envié mi primera carta al diario, reclamando porque el director del liceo me negó la entrada a eventos públicos del establecimiento, donde yo quería seguir poniendo música. La carta fue publicada y fue el único lugar en el que me escucharon. Ni el obispado ni la seremi de Educación me prestaron atención. La Prensa Austral sí y hasta el día de hoy se los agradezco.
Ese mismo año me fui a mochilear por Chile. A mi regreso me vi en 4º medio ensayando para la Prueba de Aptitud Académica y empujado a tomar una decisión respecto a mi destino. A principios de 1997 postulé a Periodismo en la Universidad Católica de Valparaíso. La comunicación era lo mío. Ese verano armé mi mochila y me fui a Valparaíso, donde comenzaría otra etapa de mi vida.
Con mis compañeros del Colegio Miguel de Cervantes |
Ante tanto escándalo por un poco de pelo, con la venia de mi madre me cambié de colegio (una de las mejores decisiones que he tomado) y me fui al Miguel de Cervantes, donde conocí a un hermoso grupo de personas, entre los que nos encontrábamos varios "exiliados" de otros establecimientos.
En esa época envié mi primera carta al diario, reclamando porque el director del liceo me negó la entrada a eventos públicos del establecimiento, donde yo quería seguir poniendo música. La carta fue publicada y fue el único lugar en el que me escucharon. Ni el obispado ni la seremi de Educación me prestaron atención. La Prensa Austral sí y hasta el día de hoy se los agradezco.
Ese mismo año me fui a mochilear por Chile. A mi regreso me vi en 4º medio ensayando para la Prueba de Aptitud Académica y empujado a tomar una decisión respecto a mi destino. A principios de 1997 postulé a Periodismo en la Universidad Católica de Valparaíso. La comunicación era lo mío. Ese verano armé mi mochila y me fui a Valparaíso, donde comenzaría otra etapa de mi vida.
Valparaíso, Chile
06 de junio del 2015