Son muchos los buenos recuerdos de nuestro viaje al
Sudeste Asiático. Gran parte de ellos están escritos en las crónicas, pero esto no es suficiente para rescatar de la memoria aquellas situaciones que fueron más esenciales. Aquí va un listado de las siete experiencias que me parecieron más inolvidables.
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Tuk tuks por todos lados |
1. Andar en tuk tuk por Bangkok: Esas motos adaptadas como taxis en miniatura, con su color esmaltado por fuera y sus luces de colores por destrozo todo un ícono delas ciudades del
Sudeste Asiático, pero en especial
Bangkok. La primera vez que tomamos un
tuk tuk lo hicimos de noche,en los alrededores del
Barrio Chino. Negociamos un precio con el chofer y partimos serpenteando entre autos y buses por las calles de la capital de
Tailandia. El chofer andaba a toda velocidad y se colaba por cualquier espacio. En cosa de minutos llegamos al hotel. El
tuk tuk se abrió paso entre las personas del paseo peatonal de
Calle Rambuttri y nos dejó ahí, sonriendo un tanto nerviosos.
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Macarena disfruta de un Pad Thai en calle Rambuttri |
2. Comer pad thai en un restaurante callejero: A un par de cuadras del hotel, por
calle Rambutri, había varias cocinerías callejeras y una que nos dio más confianza. Ahí comimos nuestros primeros
pad thai de ave. El plato tenía fideos de arroz frito con huevos y gambas, condimentado con un poco de ají, cacahuates y soya. Para acompañar nos tomamos una cerveza
Singha. El plato estaba delicioso y a un precio módico de 50 bath ($850). Otra gracia es que al estar en la calle uno disfruta del ir y venir de las personas, las bicicletas, los carros con mercadería, motos y
tuk tuk; tomándole el pulso a la ciudad más cotidiana.
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Monje realizando bendiciones en templo del Wat Arun |
3. Recibir la bendición de un monje: Nuestro segundo día en
Bangkok, luego de recorrer el
Wat Pho y el
Gran Palacio, y justo antes de subir al
Wat Arun, nos metimos a un templo de tamaño mediano y nos encontramos con un monje cantando pregones y bendiciendo a los fieles. Desde la entrada del templo observábamos la ceremonia. Cuando salió la última persona, el monje nos hizo una señal para que nos acercáramos. Primero pasó Macarena, depositó una ofrenda y el monje pronunció unas palabras intelegibles para nosotros al tiempo que una vara de madera le rociaba agua. Al finalizar le ató una cinta blanca en su muñeca izquierda. Cuando pasé yo se repitió la escena y me ató una cinta en la muñeca derecha. Fue muy emocionante, algo así como una bienvenida oficial al mundo del budismo. Las pulseras nos acompañaron todo el viaje
y todavía la tengo puesta cuando escribo estas líneas (en el aeropuerto de
Buenos Aires, a punto de volver a
Chile).
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Atardecer en el Río Mekong |
4. Ver el atardecer en el Mekong: Luego de recorrer durante todo el día el centro histórico de
Luang Prabang nos fuimos a descansar y comer unas pizza en uno de los restaurantes que bordean el río Mekong. Así se nos pasó la tarde, hasta que el sol tiñó el cielo y el agua del río de un tono rojizo, intensificándose a medida que pasaban los minutos. En el brazo del
Mekong descansaban los barcos, a lo lejos se veían las cumbres de la montaña y el resto era solo tranquilidad y silencio. Fue algo hermoso.
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Hanoi |
5. Tomar una cerveza viendo el tráfico de Hanoi: La capital de
Vietnam es una explosión continua de gente moviéndose en todas direcciones. Las calles de la ciudad, colmadas de motocicletas, son el cenit de este movimiento continuo. Apenas uno llega a
Hanoi, el tráfico de motocicletas es una de las cosas que más llama la atención. Por eso vale la pena buscar una terraza, idealmente en altura, comprar una cerveza y sentarse a ver este espectáculo inverosímil en principio, pero con una lógica que se entiende con el tiempo. Para aproximarse a la comprensión, lo ideal es cruzar una de las avenidas como lo hacen los locales: Paso a paso. Si uno atraviesa el mar de motocicletas a paso lento estas van prediciendo el movimiento del transeunte hasta que uno llega al otro lado. Es casi como una lección de vida, hay que dejar que el todo se adapte a la parte. En
Hanoi funciona a la perfección. Una loca perfección.
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Isla Cat Ba, Vietnam |
6. Paseo en bicicleta a Viet Hai: Más al sur de la
Bahía de Halong estaba la isla de
Cat Ba. Hasta ahí llegamos en una pequeña lancha, desembarcamos y nos montamos en unas bicicletas. El paseo fue simple y hermoso. La ruta era una calle angosta (para motos o bicicletas) que bordeaba la costa, entre la bahía y las montañas; luego se internaba en un bosque, atravesaba un túnel y continuaba hasta un valle donde estaban las plantaciones de arroz y un pequeño pueblo. Por las calles correteaban perros y gallinas, algunas señoras descansaban en la puerta de sus casas y los niños nos observaban. Detrás de las casas se desplegaba la plantación de arroz y podíamos ver la figura lejanas de hombres y bueyes trabajando. Era como estar dentro de un cuento.
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Maya Beach. Mar de Andamán. Tailandia |
7. Nadar en Maya Beach: No importa la cantidad de gente que pasea sobre la arena, ni los botes a la orilla de la playa. Si uno nada o camina mar adentro llega un punto en que se logra estar solo. Entonces es posible sumergirse en el mar, salir, abrir los ojos y encontrarse en medio del agua rodeado de montañas. Respirar, observar, sentir. Disfrutar ese milagro de la naturaleza e intentar guardar ese momento para siempre. Esa es la redención que ofrece
Maya Beach.