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jueves, 5 de julio de 2012
Volver a casa bordeando el Estrecho de Magallanes
Tranquilo en apariencia, con olas pequeñas empujadas por el viento, el Estrecho de Magallanes se extiende impávido frente a Punta Arenas. Era una rutina habitual recorrer el tramo que va desde el Colegio Miguel de Cervantes, en el centro de la ciudad, hasta el Pasaje Miramar, a un costado del Parque María Behety, a través de la Avenida 21 de Mayo, bordeándolo.
En ese trayecto nos encontrábamos con la Plaza de Armas, la calle Roca, la entrada al puerto de la ciudad, la tienda de artesanías del tío Sergio y la estatua enorme de Bernardo O'Higgins apuntando hacia el Estrecho y Tierra del Fuego. Desde ahí enfilábamos derecho, a veces bajo el sol, otras con lluvia o nieve.
En el trayecto disfrutaba de una agradable conversación junto a Leonardo, Erlin y Dagoberto. Enfundados en nuestras parcas, con la colilla de cigarro encendida entre los dedos caminábamos seguros de nosotros mismos, con toda la vida por delante, con ese hermoso horizonte de aire limpio, listo para abrirse ante nuestros pasos.
Fue sobrecogedor volver a esos parajes y encontrarlos igual. Por suerte la modernidad del borde costero, con sus veredas y bancas de cemento, todavía no invade esta parte de la ciudad. No es que se vea mal, pero hubiera estropeado el cuadro perfecto de mi recuerdo.
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