Hoy despertamos muy temprano. Desayunamos pan con huevos y Coca Cola en un local al aire libre, en calle
Rambuttri, y partimos rumbo al río
Chao Phraya para tomar un ferry con destino a
Tha Tien. En el trayecto vimos cuando el sol se levantaba sobre
Bangkok. Desembarcamos, caminamos un par de cuadras y llegamos al
Wat Pho, nuestra primera parada del día.
Al traspasar el umbral dos gigantes de rasgos orientales nos dieron una silenciosa bienvenida. Delante de nosotros pasaron corriendo unos niños hacia la sala de clases colindante al templo, algunas personas barrían la acera y a lo lejos se escuchaba el canto de los pájaros. Llegamos casi una hora antes de que abrieran oficialmente el templo donde se encuentra el Buda recostado más grande de Tailandia. Esto no fue impedimento para que nos pusiéramos a caminar solos por los alrededores del templo principal.
En nuestro deambular nos encontramos con coloridas agujas que apuntaban hacia el cielo y en cuyas bases se desplegaban hermosos mosaicos con formas de flores. El tamaño de las estructuras y el detalle de sus decoraciones nos dejaron con la boca abierta. Al descubrir que alrededor de las estructuras había pasillos techados con muchas figuras de Buda en su interior, la sorpresa fue aún mayor.
El silencio, interrumpido sólo por el canto de los pájaros volvía el ambiente de una belleza y tranquilidad que sobrecogía. Maravillados por tanta hermosura y armonía, seguimos recorriendo patios, pasillos y altares, hasta que llegó la hora de conocer el gran Buda recostado.
Nos sacamos los zapatos, Macarena se puso una bata que le facilitaron para cubrirse -ya que no podía mostrar hombros ni rodillas- e ingresamos. El tamaño enorme de la figura, su rostro sonriente y la armonía del lugar (silencioso y con olor a inciensos) superó todas mis expectativas. Antes de sacar las fotografías de rigor guardé un respetuoso silencioso y me conmoví ante la energía que emanaba (todavía libre de la avalancha turística). No deja de sorprenderme cómo el budismo promueve el desarrollo personal, la amabilidad y la felicidad, al punto que estos principios religioso impregnan la cultura tailandesa y saltan a la vista de los visitantes.