La resaca a tres mil metros de altura es algo detestable. Para evitarla bebí un vaso de agua antes de dormir. Aquel día lo comencé con la boca reseca y un suave dolor de cabeza. La situación era controlable. Bajé cinco minutos antes de que cerraran el desayuno y me aperé de una taza con té de coca, un pan (¡Qué pan más delicioso! Era como el pan batido porteño, pero más crujiente por fuera y suave por dentro), jamón, queso, yogurt, cereales y café.
Ya desayunado fui a la recepción y consulté una forma de llegar caminando hasta uno de los teleféricos. Mapa en mano, cámara en el bolso y con la resaca en descenso, salí en busca de los teleféricos.
Parte del recorrido ya lo había realizado en mis primeras vueltas por La Paz. No me costó mayor trabajo llegar hasta el terminal del teleférico rojo, ubicado en una antigua estación de trenes. Desde ahí veía salir a las pequeñas cápsulas rojas hasta perderse en lo alto de la ciudad.
Flanqueando la entrada me encontré con un operativo social del gobierno de Evo Morales. Estaban entregando identificaciones, insumos de aseo y útiles escolares. Seguí caminando y me topé con un escenario donde había una presentación de baile local. Por los parlantes sonaba Anita Tijoux y Calle 13. Continué hasta que logré encontrar la boletería. Compré un tíquet ida y vuelta. Entonces me señalaron hacia una fila de unas diez personas. Caminé hasta el final y con sorpresa vi cómo la fila se extendía por toda la estación. Me reí y me fui caminando hasta el final. Alrededor mío las familias bolivianas conversaban distendidamente a medida que avanzábamos. Me eché un dulce de coca y me sume a la espera. No había ningún apuro.
Tras algo más de media hora de espera me subí al teleférico rojo y comenzamos a ascender. El centro de La Paz se alejó de nosotros y se comenzó a dibujar una perspectiva más amplia de la ciudad. Debajo se alternaban las casas de color café, cielos abiertos y personas diminutas que circulaban a paso lento. La vista era maravillosa.
Dentro del carro predominaba el silencio y los rostros concentrados en observar la ciudad bajo los pies. La línea roja tiene sólo una parada en el cementerio y luego sigue su camino hacia El Alto, donde se concentra la mayor cantidad de población, sobre los 4.000 metros de altura.
Una vez arriba me eché otro dulce de coca a la boca, asomé mi nariz al caos de la Feria del Alto y regresé al teleférico para tomar la línea azul. Esta vez la ruta sería horizontal, con más estaciones, pero no menos sorprendente. Bajo nuestro se extendían enormes poblaciones y una de las ferias más grandes que he visto, donde prácticamente se podía comprar de todo.
Esta vez los acompañantes de mi viaje aéreo hablaban más. Era una mamá y tres pequeños. Los niños y la niña exclamaban lo bello que se veía todo desde ahí. A medida que avanzábamos apuntaban hacia donde vivía y trabajaba un tío que vendía neumáticos en la feria. Este trayecto fue más largo que el anterior y al cabo de unos veinte minutos el efecto de la altura y la resaca se hizo sentir.
Luego de más de una hora de pasear por el aire regresé al centro de la ciudad y fui por un caldo de gallinacon una cerveza que me vinieron de maravilla. Regresé al hostal, pedí una tetera con té de coca, dormí una siesta y ya estaba listo para mi segunda noche de fiesta en La Paz, aunque yo no lo sabía, pues solo salí con dinero para un par de cervezas.
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La línea roja del teleférico comienza en el centro de La Paz y culmina en El Alto. El pasaje cuesta 3 bolívares. #Bolivia 🚠🇧🇴 pic.twitter.com/PzptTY6PX0— Apuntes y Viajes (@apuntesyviajes) 1 de mayo de 2017
La línea azul del teleférico recorre la ciudad de El Alto, donde viven alrededor de un millón de personas. #Bolivia 🚠🇧🇴 pic.twitter.com/3xyKCUhsaR— Apuntes y Viajes (@apuntesyviajes) 1 de mayo de 2017
Volando sobre El Alto. Bajo nuestro se observa el Mercado 16 de Julio. #Bolivia 🚠🇧🇴 pic.twitter.com/BVekjFG1Jw— Apuntes y Viajes (@apuntesyviajes) 2 de mayo de 2017
Hernán Castro Dávila
29 de mayo del 2017
La Paz, Bolivia