La primera vez que fui al J. Cruz lo hice con una amiga que me invitó a comer una chorrillana. El menú del tradicional local porteño era simple: Sólo tenían chorrillanas para dos o para tres personas. Pedimos una para dos y esperamos comiendo un pan con salsa de ají y dos botellas pequeñas de cerveza.
Mientras conversábamos disfruté observando la gran cantidad de repisas con objetos exóticos que adornaban las paredes, las fotos de carné adheridas por todos lados y los manteles de plástico llenos de recuerdos. Alrededor nuestro algunas parejas y varias familias porteñas disfrutaban de sus chorrillanas.
Cuando llegó el plato grande lleno de papas fritas cubiertas por cebolla, carne picada y huevo fui feliz. Tomamos nuestros tenedores y comenzamos a comer. Debo reconocer que la cerveza pequeña se me hizo poco, pero la chorrillana la encontré deliciosa y contundente.
En aquella época, alrededor del 2001, con suerte tenía dinero como para arrendar una pieza y comprar comida para el mes, por lo que este fue uno de los primeros restaurantes que visité como cliente.
Tiempo después regresaría con compañeros de trabajo, familia y amigos. Lo que más me agrada del J. Cruz es la posibilidad de compartir, comer algo contundente y sabroso, distraer la vista con la colección de objetos exóticos y disfrutar de la música de los cantores populares. Todo esto en compañía de porteños y turistas ocasionales que van y vienen.
Del 2001 a la fecha, creo que lo único que ha cambiado es que ahora también sirven terremotos y agregaron potes con ketchup y mostaza. El resto sigue igual y eso es parte de su encanto.
El J. Cruz se ubica en Condell 1466, al final de un pasaje angosto y funciona de las 12 del día a las 2 de la madrugada. También cuenta con una sucursal en Freire 621.
Hernán Castro Dávila
12 de enero del 2018
Valparaíso, Chile
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