Dejé mi mochila en custodia ($2.000), salí del terminal y al llegar a la esquina doblé a la derecha hasta dar con la costanera del río Calle Calle. Saqué mi cámara y me fui tranquilamente haciendo fotografías por el borde costero. El día estaba precioso. Algunas personas trotaban, otras paseaban a paso lento y en el río se podían ver pasar botes a remo. En el césped a veces aparecían bandurrias y queltehues que me observaban a cierta distancia.
El día estaba precioso y yo feliz buscando ángulos nuevos a las imágenes capturadas el verano de este mismo año. Así llegué hasta la orilla del río Valdivia, me detuve un rato a contemplar a los lobos marinos y luego me metí al Mercado Fluvial, donde hice más imágenes de la vida cotidiana de los valdivianos entre puestos de frutas, verduras, hiervas, flores, mariscos. Todo iba de maravilla, sólo que me dio un poco de hambre tras la caminata y por la falta de desayuno.
Atravesé la Plaza de Armas y me dirigí al café Entre Lagos. Ahí pedí un cortado doble con un trozo de torta Inglesa. El lugar estaba lleno como de costumbre y la gente, en su mayoría de edad avanzada, se saludaba al entrar y compartían mesa. El ambiente era acogedor. Yo aproveché de escribir una entrada para el blog.
Luego pasé por la chocolatería del mismo nombre, hice algunas fotos del bello local y sus trabajadoras. Compré alfajores para mis compañeros de trabajo en la UPLA y seguí mi camino.
Atravesé el puente sobre el río Valdivia y volví a tomar unas de las fotografía más clásicas de la ciudad, donde aparecen la torre de la iglesia, el mercado, la feria fluvial y las embarcaciones a la orilla del río. Seguí caminando y llegué hasta el Parque Saval, donde habían puestos de comida y artesanales por las Fiestas Patrias. Recorrí el jardín con las esculturas y las dos lagunas en busca de las mismas postales que hice en otoño, pero esta vez a días de la primavera.
Ya eran las 14:30 cuando tras un breve descanso en la laguna de los lotos, decidí regresar al centro de la ciudad para disfrutar de un par de crudos, un shop de cerveza Bundor Ninfa y un kuchen de nuez en Das Haus. ¡Estaban deliciosos! Saqué algunas fotos y regresé al terminal por mi mochila. Ya estaba listo para continuar mi ruta a Osorno. Ya había revivido lo mejor de la hermosa Valdivia.
Hernán Castro Dávila
Puerto Varas, Chile