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viernes, 24 de noviembre de 2017

Recorrido de Murillo al Estudiante


La Paz es una de esas ciudades que infunde respeto. En la descripción de Lonely Planet la palabra peligro se se repite varias veces. Al ajetreo propio de las grandes urbes se suma la desigualdad social y el fenómeno de la delincuencia que tan bien conocemos en América del Sur. Esto no quiere decir que no se pueda recorrer la ciudad, pero sí que hay que tener ciertos resguardos especiales, sobre todo si vas con cara despistada y una cámara fotográfica encima.


Calle Linares

Con estas consideraciones, me propuse alejar del barrio y ampliar mi círculo a pie en el centro de la ciudad. Lonely Planet recomendaba moverse en taxi, pero yo no puedo dejar de caminar. Creo que esa es la mejor forma de conocer un lugar. Preparé mi mochila (cámara, Lonely Planet, block de notas, bloqueador, agua) y salí del hostal.

Plaza San Francisco

Museo Nacional del Arte

Plaza Murillo

Bajé por las estrechas veredas veredas de calle Sagárnaga, atravesé la avenida principal y subí dos cuadras hasta calle Comercio. Bastó con caminar un poco con subida para sentir la falta de aire producto de la altura. Doblé a la derecha y caminé dos cuadras hasta llegar a la bella plaza de Pedro Murillo.

Plaza Murillo

Plaza Murillo

Plaza Murillo

En lugares como este La Paz adquiere un carácter mucho más ameno y provincial: Las palomas protagonizan la vida de la plaza, las familia compran maíz para alimentarlas y estas las rodean mientras se sacan fotografías; las cholitas veden vasos de jalea con crema chantillí; los turistas son minoría y prevalece la población local. Otro detalle es que en este lugar casi no se escuchan autos. Es todo lo contrario al caos vial y peatonal de la plaza San Francisco. Por un momento me sumergí en este agradable paisaje urbano y capturé algunas fotografías. Alrededor mío bellos edificios albergaban las instituciones con poder nacional: Palacio de Gobierno, Palacio Legislativo, Gobernación y Catedral. Por eso, seguramente, había bastante presencia policial.

Museo Nacional del Arte

Museo Nacional del Arte

Museo Nacional del Arte

Aprovechando que estaba abierto, visité el Museo de Arte Nacional, ubicado frente a la Catedral. En una bella edificación colonial, disfruté de una interesante muestra pictórica ordenada en forma cronológica desde la colonia hasta nuestros días, todo debidamente explicado con textos sobre el momento histórico, político y religioso que surgió la obra.

La Paz #Bolivia

A esta altura del día ya me había dado un poco de hambre, así que me dirigí a un local de comida al paso, donde descubrí una delicia de origen boliviano: la salteña. Similar a una empanada de tamaño pequeño, la salteña va rellena con carne picada, carne dulce o pollo con un poco de picante. Su masa es más firme que la de la empanada y el relleno viene con abundante jugo. Es realmente deliciosa. Me comí dos al hilo y seguí mi camino.

La Paz #Bolivia

La Paz #Bolivia

Saliendo de la Salteñería Orti's volví al caos de la avenida principal. Hice algunas fotografías y guardé la cámara por precaución. Fui en busca de dos museos, pero me fue mal. El Museo de Arte Contemporáneo estaba clausurado y el Museo Nacional de Arqueología se encontraba cerrado. Nada que hacer, continué mi paseo por el Prado, cuando se puso a llover muy fuerte. Vi un café uy entré para protegerme de la lluvia. Ya a salvo disfruté de un expreso doble, escuché como los truenos sonaban sobre La Paz y vi como la gente aceleraba el paso para protegerse de la lluvia.

La Paz #Bolivia

Revisando Lonely Planet me di cuenta que en ese café recomendaban un plato llamado Pique Macho. Lo pedí y el mozo me miró extrañado. "Es que puede ser demasiado", me dijo, "aunque depende de cuanta hambre tenga". Lo pensé un poco, pero nada, la curiosidad fue más fuerte. A los veinte minutos el mozo volvió con un plato enorme con papas fritas, vacuno, pollo, vienesas, pimentón verde, tomate, cebolla, huevo duro y aceitunas verdes. Estaba delicioso, pero efectivamente era demasiado para una persona.

Afuera ya había parado de llover. A punto de salir rodando, regresé caminando hasta el hostal y dormí  una reparadora siesta. El paseo y mis exploraciones gastronómicas me dejaron agotado. Además, quería recuperar energía para salir por la noche paceña.

Hernán Castro Dávila
Valparaíso, Chile
14 de noviembre del 2017

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Hernán Castro Dávila


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