Debe ser una de las ciudades más bellas de Chile. Hasta aquí llegué solo por unos días en el verano del 2017. Y luego regresé en otoño, invierno y primavera.
Cada vez que camino por Valdivia me maravillo por algo. La armonía de su paisaje urbano en medio de la naturaleza sureña, los agradables paseos por la costanera, la lluvia, sus cafés, los crudos y, como no, la inmejorable variedad de cervezas artesanales.
Y si Valdivia es hermosa, los parques, poblados y fuertes que la rodean no hacen más que enriquecer el encanto de esta ciudad, capital de la región de Los Ríos: Niebla, Corral, Mancera; el Jardín Botánico, la Saval, el Parque Oncol y Chaihuín; el río Cruces y Punucapa; Mehuín y Queule. Cada uno de estos lugares cautiva por la belleza y la fuerza de los paisajes en que se inserta, así como por un aire rural y un ritmo de vida tan distinto al que tenemos en las grandes ciudades de Chile.
Luego de años viajando al extranjero, Valdivia fue la mejor forma de volver a enamorarme de Chile. Al regresar al sur, luego de viajar a Europa, Asia y buena parte de Sudamérica, veo con otros ojos las bellezas de nuestro paisaje sureño.¡Y me encanta!
El acento, el tono de voz, el ritmo más pausado de vida, la riqueza gastronómica y la diversidad cultural me encandilan. Si viajar por el mundo enriquece mi concepción del ser humano en su diversidad, viajar por Chile me permite entender mejor mi historia, identificar sabores e ir hilvanando recuerdos de mis padres y abuelos para entender un poco más como somos hoy en día.
Volver a un mismo destino es enriquecedor, ya que permite matizar y distinguir mejor las personas y los paisajes. Tere Abumohor, una de las integrantes de la Agrupación Chilena de Blogueros de Viajes, siempre recomienda volver. Y creo que tiene razón.
Vivir Valdivia en sus cuatro estaciones fue algo alucinante. Una experiencia que me gustaría repetir en otras ciudades de Chile y Sudamérica. Donde reconocemos nuestra casa, en este gran barrio que es el mundo.
Hernán Castro Dávila
Valdivia, Chile