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lunes, 30 de octubre de 2017

Tiahuanaco: Fragmentos de una historia personal


Año 2002. Viña del Mar. Un profesor universitario de apellido Castro dicta la clase de Antropología Estructural en la carrera de Historia en la Universidad de Valparaíso. La bibliografía de su ramo incluía a un francés sesentero con el que me quedaría pegado por años: Claude Lévi-Strauss. Fue gracias a él que aprendí que existía una cultura anterior a los incas (aunque no ligadas linealmente) que había creado un complejo sistema religioso y económico que se expandió por buena parte de los Andes, la costa y parte de la selva: La cultura Tiahuanaco.

El profesor dicta su clase y yo tomo nota desde mi banco. Esta es mi segunda carrera y sé, a esta altura del semestre, que no podré seguir estudiando por falta de dinero. Sigo en la sala porque deseo cerrar el semestre como corresponde y ver qué diablos haré con mi vida.

Año 2017. La Paz. Estoy sentado en un café capeando la lluvia que cayó de forma intempestiva. Ayer visité Tiahuanaco.


La memoria es un cúmulo de sucesos que resultan más o menos significativos para nuestra memoria. Escribir me permite darle un significado de manera más o menos metafórica.

El viernes desperté sonriendo. Estaba en La Paz y un bus pasaría a buscarme en una hora más. Estaba feliz. Tener el horizonte de un día por delante en un país desconocido, a punto de ver las ruinas de una cultura ancestral. Nada podía ser mejor. Nada. No importa si estás solo o acompañado. Un día de viaje es algo que no se puede comparar.

A las 08:30 pasaron por mí. Luego de subir y bajar de un par de buses y minibuses, más el respectivo taco paceño, estábamos rumbo a Tiahuanaco.

El Alto #LaPaz #Bolivia

Fuera de mi ventana el paisaje de El Alto (Casas de ladrillo a medio construir, sitios eriazos, comercio ambulante) dio paso al área rural (escasa vegetación, algunas nubes y un horizonte amplio). A ratos el guía nos daba tips sobre El Alto y Tiahuanaco, per la mayoría del tiempo prevalecía el silencio y el paisaje que pasaba a toda velocidad por fuera de mi ventana,

Tiahuanaco

Pirámide de Akapana, Tiahuanaco

La Puerta del Sol (Inti Punko), Tiahuanaco


"Tiahuanaco significa Hijos del Sol. Esta cultura nació el 1.500 antes de Cristo. En su periodo de apogeo tuvo cinco etapas hasta que desapareció en el 1.200. Tenían un sistema teocrático compuesto por gobernadores, sabios y sacerdotes."

El minibús adelantó a un par de vehículos. Comí unas empanadas que compré en un negocio cerca del hostal. No pensaba en nada. Sólo veía el paisaje pasar. En casi dos horas recorrimos los setenta kilómetros que separan La Paz de Tiahuanaco. Descendimos del vehículo y el día nos recibió hermoso, con una temperatura agradable y algunas nubes surcando el cielo. Tuvimos suerte.

Freddy, nuestro guía, nos dio una breve explicación sobre la cultura Tiahuanaco y nos llevó hasta las ruinas. El recorrido lo iniciamos en la entrada de la Pirámide Akapana (El que conduce a la luz), ubicada en el lugar donde se esconde el sol por la tarde. Esta estructura tardaron aproximadamente doscientos años en levantarla. Pasamos por fuera de los restos de un cementerio y llegamos hasta el monumento más famoso del complejo: La Puerta del Sol. Fue bello ver en persona aquella imagen que circulaba fotocopiada en el ramo de Antropología Estructural. Me emocioné.

Tiahuanaco

A más de tres mil metros de altura, a kilómetros de distancia y 15 años de esa clase en la carrera de Historia: La Puerta del Sol estaba ahí, indiferente al paso de los siglos, tratando de transmitir una verdad antiquísima difícil de dilucidar, pero que removió algo dentro mío, hasta que las piezas de mi propio puzzle, el único que importa, comenzaron a calzar.

Tiahuanaco

Tiahuanaco

Tiahuanaco

Continuamos caminando hasta un hermoso monolito de piedra que representaba, al parecer, un sacerdote que sostenía una tabla para aspirar alucinógenos y un vaso ceremonial. Las drogas eran un medio legítimo para alcanzar estados de conciencia superiores en la cultura Tiahuanaco (Principalmente utilizaban la hoja de coca y la ayahuasca).

Recuerdo cuando mis amigos apelaban a esta cultura al tiempo que leían libros científicos sobre las drogas (Las Plantas de los Dioses, un clásico), antes y después de probarlas. Yo también probé algunas y, sí, te hacen ver las cosas de un modo distinto. Pero no creo que sea la única forma de acceder a estados más elevados de percepción. De hecho, adhiero más a la cultura oriental de la meditación. En fin. La piezas del puzzle interno se seguían acomodando allí a tres mil metros de altura.

Freddy entonces nos llevó hasta un pequeño altar. Alzó las manos y comenzó a decir palabras en quechua dando gracias al sol para que lo repitiéramos. Así lo hicimos y me sentí muy bien. Pleno.

Tiahuanaco

Tiahuanaco

Tiahuanaco

Caminamos hasta otro monolito. Este tenía, entre otras figuras, cangrejos tallados en su cintura. Esto correspondería al periodo tardío de Tiahuanaco, cuando esta cultura se extendía desde la selva boliviana hasta la actual costa de Chile.

Seguimos. Bordeamos la base del templo y llegamos una construcción bajo el nivel de la tierra en cuyo centro se ubicaba la figura de una serpiente y en cuyos muros aparecían rostros de sacerdotes y gobernadores. Visto desde el borde del inframundo, todas las partes calzaban de manera perfecta.

Año 2012. Las mitologías funcionan como un bricolaje, una técnica artística que toma imágenes preexistentes para construir nuevos significados. Esta definición es lo que recuerdo de Claude Lévi-Strauss y de aquellas lejanas  clases de Antropología Estructural, cuando mi vida profesional recién estaba en su etapa formativa.

Año 2017. Café Ciudad, La Paz. Un trueno retumba sobre la capital de Bolivia. Las personas caminan rápido para esquivar la lluvia y yo tomo un sorbo de café redactando el final para este capítulo de mi vida.

Tiahuanaco #Bolivia
Hernán Castro Dávila
28 de abril del 2017
La Paz, Bolivia

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