Mi primer viaje lo hice a los 16 años. La ruta la armé pensando en algunos de mis amigos que vivían en diversos lugares de Chile. 21 años después retomé la misma metodología y aposté por una ciudad donde tenía dos amistades de momentos distintos de mi vida: el colegio y la universidad.
Mi primera semana en Valdivia la pasé junto a Esteban, gran compañero de aventuras universitarias. La segunda con Karina, mi querida compañera de los dos últimos años de enseñanza media. Entre medio Carola, amiga de mi etapa post universitaria, me invitó unos días a Lican Ray.
Si con Esteban hablamos de la vida y con Carola disfrutamos de la playa de Lican Ray; con Karina y Pancho fue volver a la euforia de conversaciones regadas en cerveza artesanal hasta la madrugada.
Entonces descubrí los bares de Valdivia y visitamos a Germán, otro amigo de la época escolar. Y comimos y bebimos hasta la madrugada.
De fondo pasaron los bares cerveceros, la noche valdiviana con sus barcos alegóricos y fuegos artificiales, Mon Laferte en el Festival de Viña y Despacito de Luis Fonsi. Valdivia se transformó en una peña bailable donde el motor de la fiesta era la amistad, la buena onda y la cerveza artesanal. Y bueno, para animar un poco más las cosas, también algo de ron.
Los amigos. Compañeros de ruta y destino. Tantas historias compartidas, tantos momentos, tantas sonrisas. Es bello viajar así, reconociendo paisajes y experiencias. Disfrutando la vida, compartiendo. Sólo me queda agradecer la hospitalidad y decirles que mi casa también es la suya.
Hernán Castro Dávila
26 de septiembre del 2017
Valparaíso, Chile