Esteban insistía en que fuéramos de paseo a Niebla. Me decía que no podía dejar de visitar el fuerte que ahí se encontraba. Así que acordamos ir juntos después de almuerzo. Aquella mañana de sábado partí visitando el torreón de Barro, a pasos del terminal de buses. Luego atravesé la ciudad y fui por un cortado al café Palace. Esteban dejaría de trabajar a las dos de la tarde.
En el camino de regreso a casa compré unas humitas y unas cervezas Kunstmann para el almuerzo. Comimos y partimos en la camioneta rumbo al Fuerte de Niebla. Atravesamos el río Valdivia, pasamos por Isla Teja, volvimos a cruzar un puente, pasamos frente a Isla Mancera y llegamos a Niebla.
Haciendo honor al nombre del poblado, el Fuerte estaba sumergido en una espesa neblina que a ratos se intercalaba con la llovizna soplada por el viento. El paisaje era inhóspito. El Castillo de la Pura y Limpia Concepción de Monfort Lemus se alzaba sobre una quebrada que daba al mar y desde donde se tenía una perfecta vista a la bahía de Corral: Punto estratégico para que los españoles controlaran el sur del Pacífico hace cuatro siglos atrás.
Recorrimos el lugar sobre unas invasivas plataformas de metal, las que se justifican para proteger la superficie del fuerte, ya no sólo expuesto a las inclemensias del tiempo, sino también al constante ajetreo de los cientos de turistas que visitan el emplazamiento español. Estas plataformas permiten desplazarse de manera segura sobre la construcción y partes de las quebradas, accediendo a lugares que antes estaban cerrados por seguridad.
La llovizna y el viento me hicieron difícil la toma de fotografías. Pero cada vez que paraba la llovizna aprovechaba de capturar algunas imágenes. Ya estábamos terminando de dar la vuelta al lugar cuando nos encontramos con un joven caracterizado como soldado chileno de la independencia. Delante de él un grupo de personas lo rodeaba prestándole atención. Me sumé al grupo.
Junto a él ingresamos a una nueva área donde se encuentra una ilustrativa exposición sobre la geografía y la historia del Castillo de la Pura y Limpia Concepción de Monfort Lemus y la bahía de Corral en su conjunto. Ahí entendí que este castillo era parte de un conjunto más amplio de fortificaciones emplazadas en la bahía de Corral para blindar a Valdivia e impedir que tropas enemigas, particularme holandeses, pudieran acceder a esta zona para apertrecharse luego del enorme viaje desde Europa vía Estrecho de Magallanes. Todo esto allá por el 1600.
Considerando lo particular de este periodo histórico, el esfuerzo arquitectónico y militar de levantar los fuertes y que estos se mantengan hasta al día de hoy, creo que perfectamente podrían avalar la presentación de este conjunto para ser catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Terminada la charla, me asomé a la puerta del local y comenzó a llover con una fuerza inusitada. La gente corría para refugiarse bajo el techo. Yo me quedé justo donde estaba. Más atrás, Esteban continuaba disfrutando de los antiguos mapas de la zona, los que estaban expuestos en formato gigante en la primera sala. Cuando arreció la lluvia dimos una última vuelta por el lugar y luego partimos hacia la Feria Costumbrista de Niebla.
Ahí nos encontramos con un pasillo de puestos de comida local desde donde emanaban los más variados vapores y aromas. Compramos un pulmay para cada uno, una cerveza Kunstmann Torobayo y nos sentamos a disfrutar de ese maravilloso plato sureño compuesto de pollo, cerdo ahumado, longaniza, choros y almejas, acompañado con un vaso con el caldo de la preparación. ¡Estaba exquisito!
Tras casi una hora de comer sin parar hicimos un esfuerzo para lograr pararnos. Dimos una vuelta por la caleta de Niebla para que nuestro cuerpo asimilara la comida y partimos de regreso a casa. ¿Qué les puedo decir? Si visitan Valdivia, no pueden dejar de conocer El Fuerte de Niebla. Y si es verano, apoye a los productores locales con un sabroso plato de comida en la Feria Costumbrista. No se arrepentirá.
Hernán Castro Dávila
Santiago, Chile
2 de marzo del 2017
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