Nuestro segundo día en Valparaíso lo comenzamos a unas cuadras de mi casa. A mi mamá le encantan los mosaicos y ha creado varias obras con esta técnica, por eso pensé en llevarla hasta la pérgola de Plaza de La Conquista del cerro Los Placeres, donde el Taller de Mural Mosaico realizó un bello trabajo, representando situaciones típicas del sector y de la ciudad en general: Micros antiguas, almacenes, niños elevando volantines, ascensores, pescadores en la Caleta Portales y la Universidad Técnico Federico Santa María. El lugar quedó precioso y hoy es muy utilizado por los niños del barrio para jugar en compañía de sus familias.
Luego de nuestro paseo por la plaza del barrio, almorzamos algo rápido en casa y tomamos una micro que nos llevaría hasta la Plaza Sotomayor. Caminamos junto al monumento a los Héroes de Iquique y la Estación Puerto hasta que llegamos al Muelle Prat, donde tomamos un paseo en lancha por la bahía.
Junto a una treintena de pasajeros más partimos recorriendo el muelle, pasando al costado de barcos y el astillero hasta adentrarnos en la bahía propiamente tal. Bajo nuestro, decían, descansan los restos de viejas naves que encallaron alguna vez producto de temporales y otras desventuras. Pensar que pronto, gracias a la avaricia de la Empresa Portuaria de Valparaíso, esta bella bahía se verá tapiada de cemento y containers, destruyendo para siempre la tradicional geografía de Valparaíso. ¡Que diría Neruda! Cuya casa apuntaba el guía desde la lancha allá en lo alto del cerro Florida.
Así llegamos hasta el Muelle Barón, en cuyo costado izquierdo reposaban enormes y monstruosos lobos marinos que fascinan a los niños y adultos de la lancha. El guía cobra el pasaje y comenzamos nuestro regreso al Muelle Prat, deteniéndonos un momento en las embarcaciones de la Armada y en la zona portuaria propiamente tal, donde los barcos cargan containers con frutas y otros productos de exportación. Algo no ha cambiado en este puerto y es que seguimos exportando materias primas e importando productos manufacturados.
De regreso en Plaza Sotomayor, hicimos una parada en el Kiosco Roca, un local de comida al paso que recogió la marca y el producto del local original ubicado en Punta Arenas. Comimos un choripán con leche con plátano y volvimos a la calles.
Subimos al cerro Alegre por el ascensor El Peral y visitamos el Palacio Baburizza, donde se encuentra el Museo de Bellas Artes de la Municipalidad de Valparaíso. Un joven guía egresado del Liceo María Luisa Bombal nos fue guiando por las distintas habitaciones del palacio construido en la época de bonanza del salitre. En el recorrido disfrutamos de una rica muestra pictórica con cuadros internacionales y de origen chileno. Especialmente atractivos me parecieron los motivos referentes a Valparaíso, ciudad que hace un siglo lucía muy distinta, con grandes extensiones de terreno sin poblar y un Plan mucho más acotado, antes de quitarle terreno al mar.
Saliendo del palacio, caminamos por el paseo Yugoslavo, cruzamos la plaza Joaquín Edwards Bello y subimos hasta la calle Lautaro Rosas. A estas alturas de la tarde ya estábamos cansados. Bajamos por Almirante Montt y nos detuvimos en Amor Porteño para disfrutar un helado. El paseo del día ya estaba llegando a su fin.
Hernán Castro Dávila
Valparaíso, Chile
27 de marzo de 2017
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