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miércoles, 15 de abril de 2015

El Cinzano

Bar Cinzano
Bar Cinzano
Mientras en avenida España arden los últimos neumáticos en conmemoración del día del joven combatiente, más allá del taco de vehículos, a un costado de la Plaza Aníbal Pinto, dentro de una casona del siglo XX se repite un rito de años. Una rutina sobreviviente en medio de farmacias y bancos. Una rutina nocturna, porteña y, a estas alturas atemporal.

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El barman del Cinzano
Entrar al Cinzano es cruzar un umbral. Dentro aguarda una barra larga, detrás de la cual descansan dos refrigeradores antiquísimos e hileras interminables de botellas, algunas abiertas, algunas nuevas y otras olvidadas bajo el polvo. Al frente se eleva el nivel del local, tras una pequeña baranda se ubican las mesas donde los clientes saborean chorrillanas, machas a la parmesana o pastel de jaiva, acompañado de ponche o borgoña.

Entre las mesas pasan parsimoniosos y amables los mozos. De ritmo pausado, con su impecable camisa blanca, se encargan de ir y venir con los pedidos.

Delante de los comensales un hombre toca el órgano, otro el bajo y una mujer canta tangos. Los fines de semana el local se llena y predominan los turistas. Durante la semana los porteños recuperan el espacio y el Cinzano vuelve a la tranquilidad de un viejo bar, un oasis en medio de la modernidad.