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domingo, 17 de marzo de 2013

Fluir por Roma

Fontana di Trevi
Santa María Maggiore vista desde atrás  El ángel y el mosaico de Santa María Maggiore  Piazza Barberini y Fontana del Tritone  Atardecer en Roma  Fontana della Barcaccia  Fontana di Trevi


Cada vez que llegamos a una ciudad desconocida dejamos el primer día para recorrer de manera aleatoria algunas de sus calles y rincones. Usualmente elegimos un ícono del lugar que visitamos y partimos a buscarlo a pie, zambulléndonos en la vida urbana. 

La primera vez que vi la Fontana di Trevi fue en la película "Nos habíamos amado tanto", de Ettore Scola: En medio de un taco descomunal, dos ex amantes se encuentran de improviso, mientras Federico Fellini filma "La Dolce Vita". Entre bocinas, gritos e improperios, ambos conversan sobre la vida, sus vidas, luego de haber participado activamente en la derrota del fascismo italiano.

Almorzando a nuestra llegada
Hacia ese mismo lugar nos dirigimos a pie, luego de dejar nuestras maletas en un pequeño hostal cerca de Stazione Termini. A poco andar, nos detuvimos en un restaurante frente a la iglesia Santa María Maggiore para comer pastas y pizza. Fue inevitable sentir la atracción de esta enorme construcción religiosa, una de las cuatro más grandes de Roma, y dejarnos llevar hacia su interior, donde el oro extraído de América adorna los cielos y los ángeles rinden tributo dorado a los pies de la virgen. Esta fue nuestra primera aproximación a la fastuosidad y belleza artística de la iglesia católica en Roma.

De ahí continuamos bordeando el tráfico, entre italianos que caminaban en todas las direcciones, descubriendo una variedad hermosa de fuentes a lo largo del camino. Ocultas entre los transeúntes nos topamos con la Via delle Quattro Fontane, y un poco más adelante, en medio del tráfico, divisamos la Piazza Barberini y la Fontana del Tritone. 

Piazza di Spagna
Sin saber cómo, llegamos hasta la iglesia Trinità dei Monti. Desde donde pudimos observar la puesta de sol sobre la ciudad: techos, cúpulas y antenas se dibujaban contra el cielo en llamas. Bajo nuestro, la Scalinata della Trinità dei Monti y la Piazza di Spagna bullían de personas: turistas, romanos, enamorados y vendedores ambulantes de piel turquesa.

Al bajar por la escalera, nos encontramos con otra hermosa fuente de agua, esta vez con la forma de un barco hundido que regaba agua por todas partes: la Fontana della Barcaccia. Frente a ella, la Via dei Condotti se desplegaba con todas sus tiendas de ropa exclusiva.

Mapa en mano, doblamos a la izquierda por la Via del Corso, luego giramos nuevamente por un estrecho paseo peatonal y de pronto escuchamos un sonido similar al de una cascada, pero en medio de la ciudad. A medida que avanzamos el ruido se volvía más intenso y la humedad se sentía en el aire; hasta que apareció gloriosa, iluminada en plena noche y rodeada de personas de todas las nacionalidades. Estábamos ante la Fontana di Trevi.

La escena era majestuosa: el tamaño de la obra y las hermosas figuras talladas en mármol -encabezadas por Neptuno- con el agua manando de todos lados, me dejó con la boca abierta. No nos quedó más que sentarnos a contemplar esta hermosa obra diseñada originalmente por Nicola de Salvi, a solicitud del papa Clemente XII, allá por 1732. Simplemente, impresionante.